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LA BODEGUITA DEL MEDIO

LETRA PÚBLICA

LA BODEGUITA DEL MEDIO

                                                                 RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

En la Habana existe una ilustre cantina llamada «La Bodeguita del Medio» que es famosa, porque fue el lugar predilecto en donde Ernest Hemingway practicó su poderosa capacidad de libación. Allí, para mitigar el sofocante calor cubano a la usanza del Premio Nóbel de Literatura, se ofrece a los parroquianos que visitan la isla un «Daikiri triple» especialidad de la casa.

«París era una Fiesta», es el título de la novela que Hemingway escribió en 1961 antes de morir, publicada en 1964 como homenaje póstumo a su memoria. En ella relata todas sus andanzas y aventuras cuando en 1922 llega por primera vez a la capital francesa.

El hombre vive entre mujeres. La primera y la última. Hemingway se casó cuatro veces, su última esposa donó al gobierno cubano la casa del escritor. Que se convirtió en un museo interesante y revelador. Al grado que el comandante Fidel Castro declaró que la Revolución Cubana le debe mucho al notable y legendario escritor.

Estados Unidos en 1921, cuando aparece la primera novela de Hemingway «Allá en Michigan», estaba creando la infraestructura del país poderoso que es hoy. Se iniciaba la compra desmesurada de las materias primas latinoamericanas. Norteamérica procesaba, manufacturaba y exportaba. Se gestaba ya la sociedad de consumo, enajenante y peligrosa, que hoy forma parte de nosotros mismos. Años después vendría el caos financiero del 29, la bancarrota transitoria y pasajera de las finanzas gringas, fiebre que como en el desarrollo, fisiológicamente hablando asegura el potente crecimiento del hombre. Eso pasó con Estados Unidos.

Literariamente hablando era el tiempo de escritores norteamericanos como Scott Fitzgerald, Henry Miller, William Faulkner, ellos precedieron en fama y talento a nuestro biografiado que se habían ocupado sólo de los temas del espíritu, de la sensualidad, de los conflictos emocionales, de la angustia y la soledad.

En cambio el autor de «Por Quién Doblan las Campanas» camina en sentido opuesto a ellos hablando literariamente, secuestra personajes de la realidad cotidiana, de la guerra, con lenguaje rudo, seco y directo, donde predomina la violencia y la muerte.

París es una experiencia superior. El ambiente de sus cafés, el Montparnase, los museos, su historia y su arte. Hasta parece que el espíritu legendario de Napoleón vive en cada francés. Tiene razón Metternich, con aquello de que «cuando París estornuda el Mundo tiene catarro». A ese parís, meca de los artistas de la época, llegó Hemingway.

Allí se identifica más con la «generación perdida» a la que pertenece, se instala con su primera esposa y viaja por Europa codeándose con la flor y nata de la intelectualidad: James Joyce, Picasso, Pound, Fitzgerald, Alice B. Toklas, John dos Passos. En los cafés de la rotonda empieza a escribir sus notas para los periódicos norteamericanos de los que era corresponsal en Europa.

Conoce a Mussolini, lo entrevista, le parece un «bluff». Viaja a España, queda encantado al asistir a una corrida de toros, «el torero es un héroe». Con el tiempo escribiría una gran novela «Muerte en la Tarde». Con España se siente profundamente ligado; se aferra también más fuerte al alcohol.

En 1938 abandona España, vencida ya casi la causa de libertad española, trabaja en su gran obra «Por Quién Doblan las Campanas», donde narra sus impresiones sobre la Guerra Civil que publica en 1940, tras dos años de trabajo. En un año vende un millón de ejemplares.

Un éxito sin precedentes. Cultural, económico y popular. Su coronación como campeón en la vida.

Su salud decae, el alcohol lo deteriora, sus nervios se disparan y es internado en hospitales norteamericanos, donde recibe una terapia brutal. A pesar de todo publica «Al Otro Lado del Río». Después vendría lo terrible, el adiós a la Vida por voluntad propia, la vida le dio la gloria, y el terminó con su vida cuando se cansó de ella.

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