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LOS LLAMADOS ESCRITORES DE LA ONDA

LETRA PÚBLICA

LOS LLAMADOS ESCRITORES DE LA ONDA

Para José Ángel Solorio Martínez, periodista, historiador y amigo.

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Nuestra generación setentera vivió su juventud en la vorágine de los cambios estructurales que sufrieron la moda, el pensamiento y la ideología dominante que representaba hacer la revolución y el amor; como una herencia vital que recogimos de los años 60’s que ya no entendieron el grado de rechazo que sentíamos por lo nacional y lo rígido de las estructuras socialistas. En eso se diferencian los sesentas de la década de los setentas. Nosotros leímos a la literatura que se encuentra inmortalizada en el «Boom» latinoamericano formado por Carlos Fuente, Gabriel García Márquez, Mario Varga Llosa, Juan Rulfo, Alejo Carpentier y el Cronopio Julio Cortázar, que fue el primer latinoamericano que escribió una novela que empezaba por el final, e inventó un lenguaje que él denominó “Gíglico” en donde “los cronopios” eran los sectores de la clase media pensantes y los “famas” eran las clases altas. El impacto fue a nivel universal, porque todos son conocidos en el planeta.

Nos formamos en torno de la literatura de la «onda», cuya denominación aun en estos tiempos no tiene un autor legítimo. Intelectuales críticos y estupendos novelistas como lo fue René Avilés Fabíla, le atribuyen el bautismo de esta literatura a la genial Margo Glanz. Que para nosotros tuvo un corte estrictamente emocional: Carlos Monsiváis, José Agustín, Gustavo Sainz, René Avilés Fabíla, Parménides García Saldaña, autor de Pasto Verde, este último, y quizá el más mítico de la generación de la onda porque llevo una vida breve e intensa relacionado  con el rock, la literatura americana, en la que sus predilectos era Scott Fitzgerald, Hemingway y Mailer; él fue el creador de los llamados “Hoyos Fonkys” que era un sitio en el que los jóvenes se reunían a escuchar el rock y a consumir LSD. Frecuentemente Parménides sufría ataques de ira y en uno de esos arranques golpeo con severidad a su madre, por lo que su padre un veracruzano adinerado lo metió a la cárcel por el que estuvo un tiempo recluido. Era muy amigo del actor Arsenio Campos, convirtiéndolo en el personaje central de su novela “Pasto Verde” y además fue mentor por sus conocimientos de rock and roll, de Alex Lora y el baterista Fito de la Parra, iconos de la música rockera.

Todos ellos los escritores de la onda eran representativos del nuevo escritor de temas urbanos, que desplazaba los temas rurales, narrando los problemas de la gran ciudad, sus dramas, propiamente dicho, los dramas de su juventud. Esto sucedió porque estos escritores eran citadinos, vivían en las inmediaciones de las colonias clase medieras del Distrito Federal, tenían acceso al idioma francés e inglés y por lo tanto su lectura era sobre el mundo exterior trajo como consecuencia otorgar el acta de defunción a la literatura campirana y revolucionaria que encuentro en Mariano Azuela y su obra cumbre “Los de abajo” la mejor representación.

Gustavo Sainz falleció en el estado de Indiana, donde era profesor de Literatura Latinoamericana en una de las Universidades de esa entidad gringa. Gustavo  Sainz y Monsiváis

eran rabiosamente eruditos, lo sabían todo, no había un dato o hecho de cualquier personaje real o imaginario que formara parte de una novela en el mundo que ellos no dominaran a la perfección. Gustavo Sainz fue de los pioneros en la UNAM que crearon la Escuela de Periodismo, que hoy está convertida en una Facultad con posgrado con nivel de Doctorado, Gustavo fue uno de los primeros jefes (hoy son directores de Facultad) de esa carrera. Para los intelectuales de la talla de este genio que fue Gustavo Sainz el país a veces le resultaba incomprensible e impredecible. Todo cambia y se transforma según la voluntad de quien tiene el poder en el área específica de que se trate, la cultura, el arte, la pintura y sobre todo en el universo del poder político. Por eso partió a los Estados Unidos y ya no volvió.

Lo afectó una extraña y malvada patología: Alzheimer avanzado, de lo cual no tengo la menor idea de que se trate, pero percibo que representa el naufragio total como lo es en algunos casos la vejez. Nos deja sus obras inmortales y que fueron motivo de estudio: “Gazapo”, “Obsesivos días circulares” y sobre todo la que mayor éxito tuvo en los ochenta “La princesa del Palacio de Hierro”, que era una historia sobre una jovencita que nos cuenta su juventud temeraria, delirante y de una vitalidad que trastorna el sentido común hasta sus últimos instantes.

Esta generación de escritores de la onda sigue siendo materia de inspiración y estudio por la pureza y la espontaneidad con que redactaron su obra, y que hoy quien lo puede negar, a todos los sesentones les despierta nostalgias por los años felices que se fueron para no volver, pero que están en el histórico recuerdo como testigo de que vivimos una juventud portentosa.

José Agustín, el niño terrible de las letras mexicanas, redacto a los dieciséis años una extraordinaria novela: «La tumba», que fue «leída de un solo tirón», (inquietándolo para siempre), por el maestro Juan José Arreola, quien desde ese momento se convirtió en su editor, ya celebró sus primeros setenta años, y ya es bisabuelo. ¿Dónde quedó aquel José Agustín que en los setentas noviaba con Angélica María? La novia de América, que le produjo y protagonizó una película que José Agustín dirigió: “Ya sé quién eres, te he estado observando”.

Sin duda el más carismático y vigente, después de Monsiváis, es José Agustín, sus novelas “De Perfil”, “La Tumba”, “Ya sé quién eres, te he estado observando”, son ya textos clásicos de la literatura de la onda que refleja de manera nítida y sensible una realidad urbana en la que los jóvenes tienen que desarrollar su existencia acompañado siempre de la presencia de una urbanismo y una deshumanización propia de las urbes insensibles pero prosperas; y la recientemente publicada “Ciudades Desiertas” de la que se hizo una excelente película que protagonizo Gael García Bernal con una estupenda actriz española que recrea en el cinematógrafo la literatura de José Agustín, la película se llama: “Me estas matando Susana”. En su libro “El rock de la cárcel” José Agustín narra la causa por la que fue internado en una cárcel de la Ciudad de México en razón de que estaba en una fiesta en Cuernavaca donde todo el mundo incluido él se dedicaban al consumo de la divina “cannabis sativa” y cuenta que un tampiqueño que formaba parte del grupo logro escapar gracias a que su habilidad le permitieron saltar la enorme barda que circundaba la casa.

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