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LOS PRESIDENTES ENGAÑAN CON LA VERDAD

LETRA PÚBLICA

LOS PRESIDENTES ENGAÑAN CON LA VERDAD

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Eran ya los últimos días del mandato del presidente Luís Echeverría y el fenómeno de la sucesión estaba en todo su apogeo; Echeverría había logrado conservar a lo largo de los seis años de su gobierno el poder político y no había un solo gobernador o político influyente de un sexenio anterior que no acatara o interpretara las órdenes del presidente Echeverría.

Por esa razón los amigos cercanos al presidente de la República no querían invertir su capital político en algún prospecto para los próximos seis años de gobierno. Estaban convencidos que en esta ocasión ningún expresidente de la República influiría en la decisión del Presidente cuando llegara el momento de pronunciar “Las Palabras Mayores”, que según el estupendo periodista y escritor Luis Spota significan el momento en que un presidente de la República pronuncia las palabras al presidente de su partido de su sucesor y por lo tanto quien le cuidara las espaldas a él, a su familia, y a los colaboradores más cercanos que hayan incurrido en algún exceso administrativo o en desviaciones de recursos públicos a sus cuentas privadas en algún banco Suizo. Conviene dejar claro aquí que esta narrativa que hoy construyo obedece fielmente a la realidad política que se vivía en nuestro país hasta el año 2000. Era el presidente de la República el todopoderoso y quien decidía el nombre de su sucesor.

Como la historia lo registra el sucesor fue José López Portillo quien era en ese entonces secretario de hacienda y que siguiendo los rituales del presidencialismo imperial nunca un funcionario hacendario llegaría a los pinos por la impopularidad de aumentar los impuestos que es la obligación del secretario de hacienda y crédito público. En aquellos días había en todo el país una corriente de simpatía muy marcada por Mario Moya Palencia, quien era un hombre joven, talentoso, preparado y con estudios en el exterior y que repuntaba ya como el heredero de aquellos políticos de la Revolución Mexicana que no tuvieron tiempo de ir a la universidad; era Mario Moya Palencia un hombre que sentía una inclinación marcadísima por el estudio de la historia de México.

Por esos días llegaron a los Pinos Enrique Cárdenas González, acompañado de Morelos Jaime Canseco, Jorge Bello López y del que esto escribe, quien quería aprovechar el momento para saludar al presidente de la República; guardando siempre la compostura para que el gobernador tamaulipeco no sintiera que lo estábamos rebasando en su autoridad política al dirigirnos personalmente con el hombre que vivía en los Pinos. Eran momentos de respetar las jerarquías.

Emilio Portes Gil ha sido el único político tamaulipeco que más poder ha acumulado en su persona; siguiéndole muy de cerca en ese camino, Enrique Cárdenas González, quién, fue senador de la República, Subsecretario de Hacienda y Gobernador del Estado, merced a su estrecha relación de afecto con el Presidente de la República Luis Echeverría quien le dio el poder suficiente para ayudar a todos sus paisanos y colocarlos en casi todo el país en posiciones publicas muy importantes. No hubo un político más influyente en esa época que Enrique Cárdenas González antes de ser Gobernador de Tamaulipas.

Apoyado en esa amistad Enrique Cárdenas no quería fallar en la sucesión presidencial, ya que por ese entonces él era muy amigo de Hugo Cervantes del Río, y no registro que Luís Echeverría había actuado con la verdad, al designar; -siendo Cárdenas él Subsecretario-, como Secretario de Hacienda a José López Portillo. Había colocado al próximo presidente de México como superior inmediato de Don Enrique en un gesto de fraternidad y protección política. Todo dependía de la habilidad maravillosa que tiene Don Enrique Cárdenas para ganarse amigos.

Ya en el interior de los Pinos el Gobernador Cárdenas González, se separó del grupo de amigos que lo acompañábamos y caminó por espacio de 40 minutos por los jardines con el Presidente de la República.

El diálogo fue así: -Señor Presidente, le dijo Enrique Cárdenas, al primer mandatario. Yo soy un hombre institucional y leal a usted, y por esa razón vengo a pedirle instrucciones para que los tamaulipecos no nos equivoquemos en la sucesión presidencial.

El presidente miró por encima de la cabeza al gobernador.  Entrecerró los ojos e hizo más aguda la mirada, contemplando el bien cuidado follaje de los árboles que hay en los Pinos y dio órdenes a un asistente militar para que no se le molestara por un momento.

El Gobernador Cárdenas pensó que en un momento más iba a recibir el nombre de quien sería el próximo Presidente de México.

Echeverría habló: -Mira Enrique, yo tengo más de 40 años actuando en política. A lo largo de mi camino he tratado a todo tipo de personajes: estadistas, artistas, intelectuales y científicos. Todos con una mentalidad preclara y muy poco común y después de toda esta experiencia de tratar a hombres brillantes de todo el mundo he llegado a la conclusión de que la mente más portentosa, avanzada e inteligente con la que he tratado a lo largo de mi vida como político es Porfirio Muñoz Ledo.

Echeverría guardó silencio y dio un abrazo al gobernador.

El Tamaulipeco pensó para sí que el próximo presidente de México iba a ser Porfirio Muñoz Ledo, con quien no comulgaba ideológicamente.  No recordando que tres años antes, Echeverría le había puesto como superior inmediato a José López Portillo, para que se vinculara estrechamente con él. Quien a la postre resultó el triunfador, pues no tuvo opositor al frente.

Lo mismo  pasó durante la sucesión en donde fue escogido al término del salinato Luis Donaldo Colosio como candidato a la Presidencia de la República por el PRI.  Carlos Salinas fue directo en sus «señales» de afecto para el triunfador Colosio.

Cuando se reunió con Bill Clinton por primera vez, el único Secretario de Estado que lo acompañó fue Luis Donaldo Colosio. A quien conoció desde hacía dieciocho años cuando le fue presentado por Rogelio Montemayor, quien  gobernó  Coahuila y dirigió Pemex.

Claro, usted puede decir que a toro pasado cualquiera se puede lucir, pero hace bien, claro que hace bien, especular a través de la escritura pública, los acontecimientos que en su momento pudimos adivinar, porque estaban enfrente de nosotros, era obvio que los presidentes nos han puesto a sus favoritos desde un principio como personajes privilegiados en el poder público. Entonces desde esta óptica es muy fácil para los que saben y como dice un político local “Nunca se equivocan” adivinar quién va a ser el candidato del PRI antes que Enrique Peña Nieto le escriba en una tarjeta el nombre del candidato a Enrique Ochoa Reza.

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