Columnas

AL VUELO-Paparazzi

AL VUELO-Paparazzi

Por Pegaso​

Hay en el medio periodístico algunos renglones torcidos.​

Aunque navegan en los medios de comunicación, los consideramos como los primos lejanos de los que nadie quiere hablar.​

Son, sin embargo, los que más gustan al populacho, los que tienen más alto rating en revistas y programas de televisión.​

Se dicen periodistas, pero pienso que tengo yo más de astronauta.​

Ya adivinaron mis dos o tres lectores: Son los chismosos de las revistas del corazón y de los programas chatarra de la TV.​

Y es que andaba yo volando sobre el límpido y calcinante cielo de Reynosa… Reynosa es un pueblecito con crepúsculos arrebolados… (Nota de la Redacción: Nuestro colaborador se extiende en una descripción detallada y anecdótica de la Ciudad que no viene al caso publicar aquí. Además, eso es un vil plagio de Jaimito, el Cartero).​

Decía que en los medios de comunicación nacionales hay toda una fauna nociva de sujetos y sujetas que se dedican a hacerles la vida imposible a los famosos.​

De ellos, tienen mención honorífica los integrantes de un programa que se llama Veneneando, o algo así.​

Su titular es una señora ya entrada en años, algo correosa de carnes llamada Paty Chamoy. La acompañan dos jotitos, uno que aún no sale del clóset llamado Daniel Ponzoño y otro que ya lleva muchas leguas recorridas, de nombre Piedrito Sola.​

Juntos han destrozado reputaciones de engreídos artistas que se creen cagados por alguna deidad. Para ello utilizan métodos que no siempre son legales, por ejemplo, el acoso, la intervención telefónica o el espionaje.​

¿Cuántas veces no hemos visto una «exclusiva» de algún famoso que se echó un pedo en público?​

Buena parte del material que explota el morbo y vende muy bien en las pantallas es proporcionado por un tipo especial de zánganos, conocidos como paparazzi.​

Paparazzi es una palabreja de origen italiano que significa fisgón o entrometido.  Su actividad raya en lo ilegal, y muchas veces los famosos han acusado a sus acosadores por invadir su intimidad. ​

Porque, ¿a quién rayos le interesa que a la princesa Letizia se le vean los calzones?​

Un caso famoso del actuar de los paparrazzi fue el trágico accidente donde perdió la vida la princesa Diana de Gales. Por ir detrás del vehículo donde la fallecida socialité inglesa iba echándose un rapidín con su garañón amante árabe, el chofer perdió el control y se impactó contra el muro de un túnel.​

Que si Luis Miguel está de vacaciones en su casa de Acapulco y fueron tomadas unas fotos donde se le ve la barriga, que si el artista fulano se hizo una restiradita para parecer más joven… ¡puras jaladas!​

Por desgracia, el mercado del morbo es gigantesco y deja muy buenos dividendos a las empresas televisivas y revistas del corazón.​

Yo les pediría a los «reporteros» de esos programas y a sus titulares que se vayan a África, donde hay un chingo de negros sufriendo las de Caín.​

O que los paparazzi agarren sus camarotas y se vayan al Congo a tomarles fotos a los caníbales, a ver si no acaban cocinados en un perol.​

Ese tipo de basura es la que denigra el oficio del periodista.​

Y ya no le sigo más, porque estoy rete enmuinado.​

Mejor los dejo con el dicho estilo Pegaso: «Adquiere reconocimiento público y procede a entrar en somnolencia». (Crea fama y échate a dormir).