Columnas

Al Vuelo-Por Pegaso

Por Pegaso

Andaba yo volando sobre el puente internacional Reynosa-Hidalgo, ayer por la tarde, cuando me di cuenta que un grupo numeroso de cubanos que pernoctan en las inmediaciones de ese cruce binacional habían intentado cruzar la línea divisoria para internarse en territorio norteamericano y alcanzar el anhelado sueño de ganar en dólares, echarle porras a los Delfines de Miami, comer hamburguesas y meterse droga hasta por las orejas.

Tras el incidente me acerqué para ver qué había pasado realmente, y, como El Piporro, queriendo hablar en cubano, me dirigí a uno de los que estaban ahí, cerca de la valla que colocaron los gringos para impedir el paso de la turba.

-Oye mi negro-le dije-, ¿qué tú anda haciendo po’ acá?¿Qué pasó aquí, mi sangre?

Y me contestó el bembón:

-Po’ nada, chico. Que como en Cuba siempre van llena’ la’ guagua’, vimo’ que iba una vacía y quisimo’ alcanzarla. Pero e’to’ gringo’ imperiali’ta no’ impidieron pasá’ para alcanzarla.

No me convenció su argumento, a pesar de la convicción con que me habló el cubano. Lo cierto es que, derivado de esa acción, las autoridades de los Estados Unidos, la Border Patrol, el CBP, la DEA, la CIA y hasta el HEB desplegaron un gigantesco operativo y movilizaron hasta a la Guardia Nacional para evitar que pasaran en tropel aquellos zarrapastrosos que aún piensan que está vigente la política de «pies descalzos», algo así como el juego de «voto salvación» que jugábamos de chicos, donde uno podía ser «ponchado» si estaba fuera de un cuadro dibujado en el suelo, pero en cuanto pisábamos dicho cuadro, ya estaba uno «salvado».

Aquí, en Reynosa, los vemos turisteando por la Zona Centro, se hospedan en los hoteles cercanos al puente internacional y consumen en las pescaderías. Pero en Cuba son como extranjeros en su propia tierra.

Ganando sólo el equivalente a tres dólares por semana, sobreviven difícilmente, por eso su impulso de salir en balsa rumbo a Miami o recientemente, intentar el cruce por la frontera de México.

Se supone que el socialismo instaurado por la revolución de Fidel Castro iba a generar bienestar para todos, distribuyendo la riqueza y los beneficios del régimen, pero luego vino el embargo económico de los Estados Unidos y valió chiche de gallina.

Se tiene la idea común de que los cubanos son una especie de apestados en su propio país, donde, por el contrario, los turistas que van con unos cuantos dólares son tratados como jeques árabes.

Por ejemplo, un mexicano fue a Cuba y le preguntó a un ciudadano que estaba sentado en una banca, sin hacer nada:

-Señor, perdone, dónde puedo tomar el camión.

Le respondió el aludido:

-¡Oye, chico!¿Tú ere’ nuevo aquí?

-Sí. Soy turista.

-E’ que lo’ turi’ta’ no toman la guagua, u’tede’ toman el taxi.

El mexicano tomó el taxi y pidió que lo llevara al teatro a ver una función.

-¡Oye, chico!-le dijo el taxista. ¿Tú ere’ nuevo aquí?

-Sí, ¿por qué?-le preguntó el mexicano.

-E’ que u’tede’ van al MIni’terio de Cultura y les regalan el boleto.

Total, se fue al Ministerio de Cultura y recibió su boleto gratis. Llegó al teatro y se formó en la kilométrica fila, donde estaban cientos de negros. El último de ellos le preguntó:

-¡Oye, chico! ¿Tú ere’ nuevo aquí?

-Sí, ¿por qué me lo dice?

-Po’que lo’ turi’ta’ no hacen fila, se pasan derechito.

El mexicano hizo lo que le dijo el sujeto y se sentó en una de las butacas inferiores, donde ya había una buena cantidad de espectadores cubanos.

Le pregunta uno de los que estaban a su lado:

-¡Oye, chico! ¿Tú ere’ nuevo aquí?

-Sí,  ¿por qué?

-Pue’ po’que u’tede’ lo’ turi’ta’ deben subí’ al palco.

Así lo hizo. Subió al palco. A media función le dieron ganas de orinar y pidió permiso al cubano que estaba a su lado para pasar al sanitario.

Éste le dijo:

-¡Oye, chico! ¿Tú ere’ nuevo aquí?

-Sí, ¿por qué?

-Pue’ po’que u’tede’ lo’ turi’ta’ orinan del palco hacia abajo.

Total, desde arriba del palco empezó a desaguar. De pronto, escuchó una voz que desde abajo le decía:

-¡Oye, chico! ¿Tú ere’ nuevo aquí?

El mexicano contestó, asomándose:

-¡Sí! ¿Por qué?

Y el cubano le respondió:

-¡Menéale, chico, menéale!