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Acuerdo Nacional.

Tribuna

Por Javier Terrazas

Acuerdo Nacional.

Uno de los graves problemas de México es el centralismo en la toma de las decisiones políticas, administrativas, presupuestarias y de políticas públicas.

El Federalismo, que emergió como una nueva visión para generar equilibrios, ha estado muy acotado.

Pretender solucionar los grandes, medianos y pequeños problemas desde la Ciudad de México, es un parte del fracaso de los programas, acciones o estrategias.

Es importante que en ésta nueva era de alternancia política en el gobierno federal y de supremacía de una corriente política en el Congreso de la Unión, el federalismo se erija en el contrapeso.

Escuchar al pueblo debe pasar necesariamente por las instancias de gobierno municipal y estatal, así como los órganos ciudadanos o sectores productivos organizados en cámaras y asociaciones.

El país no se construye ni destruye en un sexenio.

Si  algunos problemas hacen crisis en un periodo determinado, no es consecuencia solo de quien gobernaba en ese momento, sino de la carga negativa que arrastramos de los años previos.

De la misma forma, no quien llega a un gobierno de alternancia, aún con el sólido  respaldo social y de las mayorías en las cámaras, (construidas por acuerdos turbios), no puede ni debe desechar todo, ni pretender erigirse en el todopoderoso.

Escuchar bien al pueblo, a los partidos políticos, a los sectores productivos, a las autoridades estatales y municipales, a los académicos e investigadores, a los expertos y conocedores de cada tema debe ser una práctica común.

Y tener la capacidad de tomar lo mejor de cada uno de los segmentos en la construcción de acciones, programas y estrategias que ayuden a superar los problemas del país.

La seguridad o inseguridad es uno de los principales flagelos que agobian a nuestro país, a los estados, municipios y por ende a la sociedad y las familias.

Nunca será la guerra policial contra las bandas delincuenciales la única forma de frenarlas.

Ni siquiera con policías federales, estatales y municipales certificados.

Hay que ir al problema de origen y el fenómeno tiene muchas aristas que deben atenderse.

Fortalecer a las familias, su armonía, valores y principios es clave. La desintegración de las familias tiene un impacto fuerte en el fin de algunos de sus miembros.

También deben mejorar intensamente sus labores las diferentes iglesias o religiones. Hay que forjar mejores seres humanos para la convivencia en la sociedad.

Las escuelas deben erigirse en  instituciones que alimenten los saberes  y estimulen los deberes de los ciudadanos en proceso de formación. Directivos, maestros y padres deben sumar esfuerzos en esa delicada misión.

Los Ayuntamientos, deben recuperar sus cuerpos se seguridad pública preventiva, para hacer cumplir los bandos de policía y buen gobierno. De esa forma atenuarían la incidencia de los delitos menores o del fuero común, evitando que muchos delincuentes menores se conviertan en breve tiempo en delincuentes mayores.

Los Gobiernos Estatales tendrán que convertirse en eficaces rectores de las políticas de seguridad y justicia en su ámbito y ser un eficaz interlocutor con gobiernos municipales y el federal, para la contención de los delitos mayores.

Ese sería un verdadero acuerdo nacional. En el que todas las instituciones que contribuyen a forjar al buen ciudadano, cumplan su misión.

Y no solo el último eslabón, las policías federales,  dando una guerra sin cuartel contra las inagotables bandas delictivas.