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AL VUELO-Misses

AL VUELO-Misses

Por Pegaso

Estaba yo apoltronado en mi nubecilla viajera, junto con mi Pegasita, mirando una película en un canal de paga, de esos que meten más comerciales que los canales de televisión abierta.

Tomé el control remoto y dio la casualidad que en ese momento estaba el concurso de Miss Universo, cuando terminaba la etapa de traje de noche e iniciaba la de traje de baño.

Más luego que inmediatamente mi media naranja me dio un codazo en las costillas y tuve que cambiar de canal para que no me mandara a dormir al sillón de la sala.

Pero eso no me detiene para comentar a mis escasos lectores lo que significan realmente ese tipo de concursos de belleza tan del gusto de los caballeros.

De entrada, es absolutamente innecesario que cada país se esforce para mostrar a su más bella representante.

Al igual que ocurre con las competencias deportivas, se trata de decirle a los demás: «¡Mira, yo soy el más chingón porque tengo al mejor boxeador, al mejor futbolista, al mejor corredor!»

En el caso de las misses, el mensaje es: «Yo soy mejor que tú porque tengo a la mujer más hermosa».

 

Cada año se invierten millones de dólares en organizar ese tipo de eventos que degradan la condición de la mujer.

Viendo en retrospectiva lo que ha sido este concurso de belleza, es de notar que en 1952, cuando se hizo el primer certamen, los trajes de baño eran de una sola pieza, con olancitos y medio aguados, que solo dejaban ver parte de la espalda, el cuello y las piernas.

Las competidoras estaban más bien rellenitas, más o menos como las bodoquitos del zumba; conforme transcurrieron los años se hicieron más altas y estilizadas, hasta llegar a la actualidad, donde las misses son claramente anoréxicas y lucen más huesudas que La Catrina de Posadas.

Como ya todos sabemos, la ganadora del concurso fue la sudafricana de sangre alemana Demi-Leig Nel Peters.

¡Vaya usted a saber qué intereses se jugaron en esta ocasión para que fuera designada precisamente la representante de ese país austral! Recordemos que en ediciones pasadas las venezolanas han arrasado con esa competencia… y Venezuela es rica en petróleo, uno de los factores que rigen la política externa del país que lo organiza, los Estados Unidos.

Hay otro certamen paralelo de menor importancia: Miss Mundo. Las reglas son las mismas, pero los organizadores son británicos.

Eso nos hace pensar en que el negocio sí cuenta, y cuenta mucho, porque las empresas relacionadas con Miss Universo y Miss Mundo reciben todos los años carretadas de billetes verdes.

Otro evento que a mi juicio es muy similar a éstos porque también explota el morbo es la pasarela de Victoria´s Secret.

Mujeres flacas y larguiruchas lucen diminutas y transparentes prendas íntimas que no dejan nada a la imaginación.

En un mundo predominantemente dominado por los hombres, el cuerpo de la mujer se convierte en un artículo de consumo, de entretenimiento.

Por supuesto que para paliar esa mala impresión se han llegado a crear otros concursos que involucran al sexo masculino, como Mister Universo y Mister Mundo, pero sin tener la difusión y la importancia de Miss Universo.

La sexualización de la infancia también es un negocio en boga. En Venezuela, por ejemplo, hay un concurso que se llama Miss Chiquitita, donde hacen aparecer a las niñas en traje de baño, y en los Estados Unidos ya se empieza a popularizar el Miss Teenager o Miss Adolescente.

Fuera de todo eso, en la vida diaria vemos cómo se utiliza la figura de la mujer para vender productos, desde cerveza hasta muebles y automóviles.

Cuando vamos a un McDonald, inconscientemente nos vemos atraidos por la M en forma de senos; si queremos una Coca Cola es porque tenemos presente las curvas de la botella o del logotipo.

El sábado pasado se celebró en Reynosa un desfile que fue llamado Por la Igualdad.

Con esa actividad se celebró el Día de la no Violencia contra la Mujer, pero es un hecho que el uso indiscriminado de la imagen y los atributos femeninos con fines comerciales es un tipo de violencia.

Lo que pasa es que no dicen nada porque también se ganan su buen billetín, como las damas que participan en los mal llamados concursos de belleza, quienes salen forradas de dólares.

Hay quienes dicen que las mujeres se autoboicotean a ellas mismas, y puede ser cierto, si pensamos que permiten ese tipo de prostitución «ligth».

Recién fui testigo de una breve plática entre dos colegas periodistas, un hombre y una mujer.

Él le decía a ella: «No he visto a una mujer que hable bien de otra», en tanto que ella buscaba, sin encontrar, la manera de contradecir a su interlocutor.

Yo recuerdo una frase muy famosa que se transmitía en televisión, allá, por la década de los ochenta para promover una obra de teatro: «Entre mujeres nos podemos hacer pedazos, pero nunca nos haremos daño».

Y así es.

Las misses que participan en ese tipo de certámenes pueden verse con una sonrisa, pelando el diente y abrazando a sus compañeras, pero como en todo grupo de mujeres, hay envidias porque ésta tiene el pelo más bonito, porque las pestañas le crecen más o porque tiene las bubis más erguidas.

En fin, sobre el tema de la sexualización y explotación comercial de la mujer hay aún mucho que decir, por ejemplo, los subliminales. Pero ese será otro tema.

Por lo pronto nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que dice: «El conjunto de féminas añosas, al área especializada en el procesamiento de alimentos». (El viejerío, a la cocina).