Columnas

AL VUELO-Musas

AL VUELO-Musas

Por Pegaso

        «¡Mujeres! ¿Qué hubiera escrito Neruda?¿Qué hubiera pintado Picasso si no existieran musas como ustedes?»

        La verdad es que andaba yo volando allá, por la estratósfera, respirando y sintiendo la llegada de la Primavera, observando cómo la gente empieza a sacar sus huevos de pascua de mil colores para venderlos a las familias que pasarán la Semana Santa en La Playita.

        Y viendo algunas reacciones de mis escasos lectores sobre el tema que tratamos ayer en ésta columna, no pude pasar por alto el comentario que me envió la maestra Mary Sánchez donde externaba su opinión con respecto al acoso verbal que sufren las mujeres en forma constante cuando van por las calles y que en la cultura machista mexicana se disfraza como piropos.

        «Pegaso: Sobre el caso de la periodista que puso demanda contra el taxista por el piropo lascivo… tuvo toda la razón porque le dio temor de ser atacada por este individuo.  No creo que la demanda hayua sido porque estaba tan feo sino por la ofensa de sus palabras… Sólo saliendo como talibanas (sin ofender) no nos diría nada… No tiene que ver que el piropo decente o malicioso venga de hombres feos o guapos, sino que a veces resultan muy ofensivos y hay que ignorar o denunciar… No es que esté como Chabelita, pero las mujeres no andamos ofendiendo a nadie»,-comentó.

        Cierto, maestra.

        En la colaboración de ayer traté de explicar los piropos desde un punto de vista evolutivo, como una manifestación del instinto natural del hombre de procrear.

        El taxista-sigo con el mismo caso-no piropea a las mujeres viejas o feas, sino a las que percibe como hermosas, porque su instinto le dice que son las más aptas para tener una descendencia sana; por el contrario, la mujer rechazará el piropo porque resulta que el taxista no le atrae para nada y en la primera ojeada lo ha calificado como no apto para tener descendencia con él.

        Si el taxista fuera guapetón, como lo describí aquí coloquialmente, lo más probable es que la doncella aceptaría los requiebros y posiblemente formarían una bonita pareja con unos lindos hijos.

        Pero no todo es miel sobre hojuelas.

        Sé que ahora las mujeres están mucho más deshinibidas que en nuestros tiempos, que en las femeniles reuniones el contenido de sus conversaciones sonrojaría hasta al más pelado carretonero de Las Anacuas.

        Me gusta dar ejemplos de lo que estoy diciendo, y así, en horario estelar y a todo color, la televisión mexicana ofrece programas que sobajan a la mujer y la ponen al nivel de objeto sexual sin que nadie proteste por ello.

        Se baja el Vítor de su pesera de la ruta 69 y ve venir a una joven de rotundas caderas, bello busto y hermosa cara: «¡Pi, pi, piiii! ¡Súbele biscochito, estoy para servirte! Sale la Ruta 69 entrando por el Anillo Periférico».

        Y el bizcochito se sube con una angelical sonrisa.

        En la calle, si un pelado le grita esa majadería, seguro se sentirá ofendida, humillada.

        En ocasiones son las mujeres mismas las que se autosobajan.

        Estaba viendo un video de una señora que se llama Isis Gallardo.  Es una cantante de música tropical de origen cubano, al parecer, con un show interactivo donde pide a las personas del público que la acompañen a bailar al escenario.

        Enfundada en diminuto bikini, se contonea al ritmo de la batería y la guitarra eléctrica.

        «Necesito a un caballero»-dice.  Sube un sujeto joven y la banda empieza a tocar una melodía.

        «¿Cómo se mata el gusano? Se mata así, se mata así, se mata así…» y la artista baila, se repega y hace cosas que las doncellas candorosas jamás pensarían hacer.

        Hay otro video.  La canción que canta el vocalista de Los Karkis, un sujeto prieto, chaparro y cachetón, se llama: «Arremángala, arrempújala».

        Las bailarinas que participan en el video no dejan nada a la imaginación y se solazan mostrando a la cámara sus ebúrneos encantos.

        No soy un Pegaso puritano, pero sí me doy cuenta de cómo funcionan los mecanismos que llevan a la procreación.

        El baile mismo es un rito de fertilidad, de tal manera que aquel hombre o mujer que mejor lo hacen demuestra ser más apto para tener descendencia.

        Sucede en el reino animal y sucede en el ser humano.

        El pobre taxista, feo o no, sólo obedecía a un instinto natural de procreación, y la periodista que lo demandó siguió también su instinto de no permitir los avances de un individuo que no es apto para ella.

        «Lo que nos pidan podemos, si no podemos no existe, y si no existe lo inventamos por ustedes». (Arjona).

        Por eso aquí nos quedamos con el dicho estilo Pegaso: “La tracción soportada por una fibra capilar de la hembra del Homo sapiens es mayor que la fuerza ejercida por la masa muscular de un par de toros castrados». (Jala más un pelo de mujer que una yunta de bueyes).