Columnas

AL VUELO-Patito

AL VUELO-Patito

Por Pegaso

                Andaba yo volando allá, por la calle Rosalinda Guerrero donde nuevamente tomaron las armas los homosexuales (por no decir que se armaron los putazos), y donde el operativo tierra-aire implementado por las fuerzas castrenses provocó el terror entre los pacíficos habitantes de la colonia Rodríguez, sin contar con el hecho de que una familia fue balaceada al ser confundida con los delincuentes.

                Luego del soponcio me puse a repasar algunas noticias relevantes para tener tema de conversación con mis escasos lectores, y pude ver en una entrevista que le hicieron al diputado local Jesús María Moreno, El Chuma, cómo los legisladores, después de la fea regadota que hicieron con la llamada «ley mordaza», van ahora contra las escuelas «patito», esas fantasmagóricas instituciones ¿educativas? que no hacen más que quitarle el dinero a la gente de escasos recursos.

                Hay quienes, en los barrios bajos, no aspiran a ser halcones o punteros, sino que sinceramente buscan salir de la cloaca mediante una esmerada educación.

                Salen de la primaria, entran a la secundaria, después a la preparatoria y finalmente buscan entre las diversas opciones que ofrecen las instituciones superiores públicas o particulares, la que mejor se ajuste a sus aspiraciones y presupuesto.

                Hay universidades que ofrecen carreras a muy bajo precio y además, financiadas.  Sin embargo, la calidad de la enseñanza es muy dudosa.

                Como resultado, salen los chavos sin saber siquiera lo más básico:  Su ortografía es pésima, no saben redactar, tampoco sumar, dividir o multiplicar.  Tampoco en la especialidad que se supone que cursaron llegan a ser competentes, porque al rato se les caen los puentes, si son arquitectos, les meten al cliente a la cárcel si son abogados, reprueban sus alumnos si salen de maestros y les salen chuecas las fotos si son reporteros gráficos.

                Le pregunté hace algunos días a la Presidenta de la Asociación de Instituciones de Educación Superior de Reynosa, Rosa Issel Acosta cuántas universidades «patito» hay en la ciudad y la verdad es que no me supo responder.

                Sólo se limitó a decir que las 19 que participaban en un evento ese día tenían sus permisos y acreditaciones en regla, y sin embargo, terminó por reconocer que sí las hay.

                La arremetida que prepara el Congreso contra las escuelas que operan en la clandestinidad ha puesto a temblar a muchos vivales que obtienen pingües ganancias con la necesidad de los jóvenes que buscan alcanzar sus metas con una carrera universitaria.

                Por eso a esas instituciones educativas se les clasifica como «patito», es decir, apócrifo, chafa.

                El término «patito» se empezó a hacer popular en la década de los setenta, cuando una empresa regiomontana que fabricaba juguetes les colocaba una etiqueta con la figura de un patito.  Pero resulta que dichos juguetes eran más corrientes que un cable de electricidad, y pronto se descomponían o desarmaban.

                De ahí, cuando alguien compraba un artículo de baja calidad, se decía que había comprado uno de marca «patito».

                Urgando un poco más en la red pude conocer otras definiciones, por ejemplo, la siguiente:  «Marca patito» es una expresión muy pintoresca que usamos los mexicanos para decir que algo es chafa (de muy mala calidad).  Es una expresión indeterminada porque la usamos para referirnos a una marca cuyo nombre desconocemos o es irrelevante, pero también es una locución adjetival que implica el bajo precio y la mala calidad de un producto o servicio.  La expresión ya está consignada en el Diccionario Breve de Mexicanismos de Guido Gómez Silvla y significa: «De marca poco conocida o mala».

               La lista de productos que pueden ser de marca patito es enorme:  Desde televisores hasta calcetines.  Patito también puede referirse a instituciones educativas de cualquier grado que no son oficiales o que carecen de prestigio, y que ofrecen una pésima enseñanza.  Decimos «escuela patito» o «universidad patito».  El término no implica que sean instituciones públicas, sino todo lo contrario:  Las universidades patito son instituciones educativas privadas, más baratas que las privadas de prestigio pero que no tienen reconocimiento de validez oficial».

                En otros países también hay expresiones semejantes para designar a a lo corriente y de baja calidad:  En Honduras también existe la «Marca Patito» o «Pollito», en Perú está la «Marca Chancho», en España se les dice «Marca Cabra» o «Marca Pava», y en Estados Unidos está la mundialmente reconocida «Marca Acme».

                Va el Coyote por el desierto y de pronto ve pasar al Correcamino que va hecho madre; saca de un cajón con el letrero «Acme» una especie de cohete, se lo amarra al torso y enciende la mecha. Momentos después sale disparado hacia donde va el Correcaminos y cuando está a punto de agarrarlo con las manos, ¡rájale! se atraviesa una piedrota y el pobre cánido queda en calidad de acordeón.  Pero eso no es todo.  El coyote se va tambaleante, viendo estrellitas y no nota que está a punto de caer al abismo. Al siguiente paso pierde el piso y allá va, a estrellarse contra el suelo. Para acabarla de amolar, la piedra con la que chocó antes se desprende de su base y, atraída por la gravedad, viene a impactarse precisamente sobre su cabeza.

                ¿Ya ven todo lo que puede ocasionar un producto «patito»?

                Mejor los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice:  «Lo que tiene bajo precio suele resultar más costoso». (Lo barato sale caro).