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CARLOS FUENTES Y LOS LIBROS

LETRA PÚBLICA                                                                        

CARLOS FUENTES Y LOS LIBROS

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Cuando falleció Carlos Fuentes en el 2012, una serie de ideas todas preocupantes me llegaron a la cabeza, en primer lugar la orfandad moral y cultural de las letras mexicanas, y el golpe a la literatura que causó la desaparición de este portento de mexicano que era inconmensurable en su talento y su cultura universal.

No veo en el horizonte cercano un sustituto de Carlos Fuentes, su inteligencia era vastísima y multitemática, dominaba el ensayo profundo, la novela, el cuento y sobre todo el discurso político justiciero, siempre en defensa de América latina y por encima de todo de su país que tanto lo recordará a través de la lectura de su obra permanente. Es el momento de releer en serio «Terra Nostra» y entender el verdadero alcance de un hombre de letras consagrado a la creación y a la investigación histórica.

Carlos Fuentes fue un ícono de autoridad moral, sus palabras siempre las escuchó el mexicano interesado en su país, tenían resonancia en el mundo que permanece pendiente de lo que sucede en México, que a pesar de los pesares, sigue debatiéndose en una injustificable desigualdad socioeconómica, que lo hace requerir para su redención social de hombres como Carlos Fuentes que no eran coptados ni por el poder fáctico ni por el Príncipe que representa al estado poderoso y absoluto.

Pienso en Jorge Volpi, ese jóven escritor que como Carlos Fuentes siente una gran atracción por Paris y por todo lo que pasa en el viejo mundo, como su inmediato heredero de su trabajo literario. Sus novelas «En Busca de Klingsor» (premiada en Alemania) y «El Fin de la Locura» son dos obras de la literatura dignas de leerse dos o tres veces, porque están escritas con un estilo magistral y un rigor muy propio de la formación de un escritor que como Carlos Fuentes hicieron de la escritura pública su virtud personal.

A los libros les espera un desafío tremendo y patético, ojalá y los autores que aún no conocemos en su mejor obra pronto nos hagan pensar que el enorme sitio vacante que deja Carlos Fuentes será ocupado al menos testimonialmente por otras obras trascendentes que dejen la impronta de la creación y la imaginación puesta al servicio de los amantes de los libros.

Ahora mismo recuerdo que en el año 2008 en una cumbre de Davos se le preguntó a un futurólogo sobre los fenómenos que alterarían a la humanidad en los próximos quince años y este propuso que se consideraran esencialmente cuatro que le parecían seguros: el primero que un barril de petróleo costaría 500 dólares, el segundo concernía al agua, destinada a convertirse en un producto comercial de intercambio exactamente como el petróleo, en fin que veremos las cotizaciones del agua en la bolsa. La tercera previsión atañía a África, que en las próximas décadas según el futurólogo se convertiría con toda seguridad en una potencia económica, un hecho que todos esperamos. El cuarto fenómeno según este profeta profesional me parece lamentable porque anunció sin rubror alguno la desaparición del libro tal y como lo conocemos. Esto me angustió y me hizo pensar que pasará con la humanidad que en el futuro mediato no contará con la sensación plena de tener en sus manos un texto empastado que irradia belleza y conocimiento. Lo bueno es que no voy a ser testigo de esa absoluta aridad en la que se encontrarán las generaciones por venir, si se cumple la predicción de este futurólogo que impactó con sus opiniones a los hombres y países más ricos del mundo que acostumbran a reunirse en Davos, que se encuentra en las montañas nevadas de Suiza, precisamente donde Tomás Man el gran escritor Alemán, premio Nobel de Literatura escribió y desarrolló La Montaña Mágica, una de las obras más soberbias que junto con La Guerra y La Paz de León Tolstoy son imposibles de leer en Internet o en los ya comunes libros electrónicos de los cuales tengo entendido solo se han editado aproximadamente 176. Por lo pronto no me imagino la idea de tener que cargar un aparato electrónico del tamaño que se trate para leer las páginas de la Biblia que siempre son reconfortantes en ciertos momentos de la existencia.

Algunos estudiosos como Humberto Eco no están de acuerdo con esta profecía sobre el hecho que el libro desaparecerá, lo explica de la siguiente manera: «He escrito sobre este tema hace tiempo cuando la pregunta parecía pertinente. A estas alturas que cada vez que alguien me pide que me pronuncie al respecto sobre la desaparición del libro por el Internet no puedo si no repetir el mismo texto. El libro tendrá que seguir siendo el soporte para la lectura o tendrá que inventarse algo que se parecerá a lo que el libro nunca ha dejado de ser, incluso antes de la invención de la imprenta. Las variaciones al entorno objeto del libro no han modificado su función, ni su sintaxis, desde hace más de 500 años. El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Unas vez que se ha inventado no se puede hacer nada mejor.»

Es importante también afirmar que con Internet hemos vuelto a la era alfabética. Si alguna vez pensamos que habíamos entrado en la civilización de las imágenes, pues bien con el Internet nos hemos regresado a la galaxia de Gutember y todos nos vemos obligados nuevamente a leer, aún que desafortunadamente en Internet desaprendemos a escribir porque la cortedad de los textos que se intercambian preferentemente los jóvenes, veo con horror los imitan algunos adultos para ahorrar tiempo, todo parece ser cuestión de tiempo más que de profundidad y de ampliar el conocimiento.

Por otro lado para leer es necesario un soporte, este soporte no puede ser únicamente la computadora, pasémonos dos horas leyendo una novela en el aparato y nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis. Eso me pasa a mí. Por último la computadora depende de la electricidad y no se puede leer en el baño, ni tumbado, ni acostado en la cama. El libro es, a final de cuentas un instrumento más flexible. Pienso que solo hay una opción el libro seguirá viviendo, eso deseo, eso quiero, eso le solicito a usted atento lector, no permita que los libros desaparezcan, siga leyendo, obsequie libros, y finalmente como todos, escriba de su vida un libro, quizá sea el mejor de todos.

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