Columnas

Crisis migratoria

Tribuna

Por Javier Terrazas

Crisis migratoria

La frontera México-Estados Unidos, ha sido en las últimas décadas zona de oportunidades para el desarrollo bilateral.

Las economías de ambos países han sido complementarias y la vida fronteriza ha sido la prueba de ello.

Sin embargo, la relación entre ambos países con la interacción fronteriza no siempre ha sido buena, ha tenido etapas ríspidas.

Actualmente tenemos una de esas atapas, debido a la postura rígida y política amurallada a la migración ilegal del presidente Donald Trump.

Diariamente, nuestras ciudades fronterizas, principalmente Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, son testigos de sueños frustrados de decenas de migrantes.

Por un lado deportaciones de quienes ya estaban en forma ilegal en algunas regiones de Estados Unidos.

Y por el otro, los grupos de migrantes que provienen del sur con la idea de llegar al país del norte.

No se trata solo de centroamericanos, sudamericanos y de otras regiones del mundo, sino también de mexicanos.

Recientemente México sucumbió a las presiones arancelarias a productos nacionales por parte de Estados Unidos y aceptó endurecer las medidas contra la ola migratoria.

Se ha reforzado la frontera sur con Guatemala con miles de miembros de la Guardia Nacional , así como otras regiones del país entre ellas la frontera norte.

Sin embargo, no ha podido frenar el flujo migratorio que siguen llegando en forma constante hasta las riberas del río Bravo.

Un ejemplo se dio ayer en la ciudad de Reynosa cuando la Policía Estatal y agentes de la SEDENA, detuvieron a 9 integrantes de una familia hondureña, cuatro adultos y 5 menores.

Fueron puestos a disposición de las autoridades de Migración en Reynosa para definir su situación en el país.

Cientos de casos como ese se registran a lo largo de los 371 kilómetros de frontera.

Otros tantos connacionales o extranjeros regresan como deportados por nuestras ciudades fronterizas.

De ello dan cuenta los alcaldes Enrique Rivas Cuéllar de Nuevo Laredo; Maki Ortíz Domínguez, en Reynosa; o Mario López en Matamoros.

El Gobierno del Estado que preside Francisco García Cabeza de Vaca, a través del Instituto de Migración Estatal y del Sistema Estatal del DIF, entre otros organismos, coadyuva en la atención a ésta población flotante.

Hasta ahora, no se aprecia la participación del gobierno federal  con aportación de recursos que ayuden a éstas acciones.

Una cosa es atender los asuntos migratorios y otra el respaldo para su alimentación, hospedaje, salud y transporte.

Y las acciones más prolongadas en los casos de asilo político solicitado por decenas de extranjeros, que no son pocos casos.

Ante éste fenómeno, que amplía las demandas y exigencias de la zona fronteriza de Tamaulipas, es necesario que la federación responda a las gestiones y planteamientos de los Ayuntamientos fronterizos y el Gobierno del Estado.

A la gestión deben sumarse los Diputados Federales y Senadores de la entidad, en su mayoría de de la alianza MORENA-PT-PES, así como del PAN.

Más allá de cuestiones partidistas, éste fenómeno social debe tratarse de la mejor forma, para evitar que se convierta en un problema catalizador de la inseguridad y violencia fronteriza.

Hay temas delicados y sensibles que obligan a que todos sumemos esfuerzos y los tratemos como tamaulipecos.

De la respuesta institucional digna y eficaz al tema de la migración ilegal y deportaciones, Tamaulipas puede convertir ésta circunstancia de crisis en oportunidad.

Las complicaciones  políticas en Baja California, el caos de inseguridad en Sonora y Chihuahua,  así como la miopía política en Nuevo León,  da la pauta para que Tamaulipas  destaque en éste asunto.

Un tema que por su complejidad y corresponsabilidad con la federación,  bien manejado abonaría para las buenas relaciones en otros rubros del quehacer político estatal-federal.