Columnas

Cuando la promoción cultural se volvió neoliberalismo

Rutinas y quimeras

Cuando la promoción cultural se volvió neoliberalismo

Clara García Sáenz

Me pareció una bonita historia escuchar las maravillas que se contaban acerca de cómo la promoción de la cultura había trasformado Colombia en un lugar de paz. Después, mis profesores de la maestría en Desarrollo Cultural se la pasaban hablando de cómo la intervención artística podría trasformar comunidades y referían siempre el ejemplo colombiano. Después tuve la oportunidad de escuchar un par de conferencias de algunos de esos artífices del milagro.

Pero algo no encajaba de estas maravillas; porque frente al discurso, la violencia en ese país nunca terminaba de acabar. Sin embargo, muchos en México se convencieron y algunos funcionarios culturales del país quisieron comprar el modelo trayendo desde Colombia conferencistas y proyectos que reciclaban.

Ante la creciente violencia mexicana, se empezó hablar hace casi 10 años del Estado fallido y la reparación del tejido social. En los años más terribles de la violencia (2010 y 2014) el sector cultural empezó a repetir el discurso colombiano y muchos hicieron de la política cultural una bandera para contrarrestarla con simulación, pocas acciones y nulos resultados.

Sin embargo, poco o nada progreso la cultural en la sociedad mexicana, ya que la inercia nos hizo seguir promocionando la alta cultura desde los recintos y nunca alcanzaron las capacidades, las voluntades, pero sobre todo los presupuestos para ir a las periferias.

Casos aislados de atención comunitaria fueron proyectados como grandes éxitos, donde algunos cuantos niños tuvieron la oportunidad de aprender a tocar un instrumento o ser parte de alguna agrupación artística; pero la mayoría, millones viviendo en pobreza extrema, simplemente nunca vieron pasar por su comunidad, colonia o periferia alguna actividad cultural.

Ahora que llegó la Cuarta Trasformación, todo el sector cultural pensó que era el tiempo de la cultura y los artistas, promotores y gestores culturales se desbordaron dando su apoyo incondicional a Morena. Grande fue su desilusión con el anuncio del recorte presupuestal, entonces, todo el interés económico, que no cultural, se vino abajo.

Muchas asociaciones civiles, colectivos, grupos y artistas habían trabajado desde noviembre proyectos en busca de apoyos presupuestales en el Congreso de la Unión. De pronto, lo que parecía ser un buen negocio por venir en el sector cultural se convirtió en una tremenda nublazón. No solo por el recorte al presupuesto sino también porque muchos que se frotaban las manos se quedaron con un palmo de narices por el rechazo del Presidente López Obrador a darle dinero a la mal llamada “sociedad civil” que exprimía presupuestos en aras de reconstruir el tejido social y combatir la violencia a través de acciones culturales.

En alguna ocasión, un alumno universitario me preguntó que cómo estaba eso de que había artistas que sacaba apoyos gubernamentales y pedían contratos al Estado para montar espectáculos, argumentando el combate a la violencia, pero que muchos de ellos eran grandes consumidores de drogas.

Me costó muchos días digerir la pregunta y tratando todavía de dar una respuesta me queda claro que la política cultural no es el salvavidas contra la violencia como aseguran un montón de organismos que han hecho de este discurso su modus operandi. Suficiente ver como ejemplo el muy reciente atentado con coche bomba a la escuela de cadetes en Bogotá.

Ahora bien, para entender lo que está pasando, creo que es necesario un cambio de paradigma, porque el sector cultural no puede seguir demandando respuesta como si estuviéramos aún en las administraciones presidenciales pasadas. Ni se necesita que Giménez Cacho haga manifestaciones afuera del Congreso de la Unión para que den más dinero a cultura o que Diego Luna muestre su enojo.

Ver a Sergio Mayer como representante de cultura en la Cámara de diputados debería ser suficiente para entender que no es un asunto prioritario, ya no se diga el nombramiento del impresentable Paco Ignacio Taibo II en el emblemático Fondo de Cultura Económica para saber que este no será el sexenio de oro de la cultura.

Estos dos ejemplos nos deberían de servir para saber por dónde ira el asunto de la política cultural sexenal. O acaso ¿alguien ha visto, aunque sea una vez, en lo que va de la administración a la secretaria de cultura Alejandra Fraustro, en las conferencias matutinas del Presidente de la República? Tal vez se deba a que este asunto no es de primer orden. Recordemos además que, en este país, la cultura nunca ha sido prioridad, así que ahora no tendría porque serlo, cuando hay asuntos más importantes y urgentes que atender como la pobreza, la corrupción y la violencia.

Ciertamente, la cultura sirve para engrandecer a los pueblos, es un antídoto contra la ignorancia y la marginación, pero cuando va acompañado de bienestar. El niño no aprenderá a tocar guitarra si no ha comido bien. Y me pregunto ¿cuántos de estos defensores de la cultura, como herramienta para la restauración del tejido social, estarían dispuestos a realizar misiones culturales para ir a la periferia y a las zonas marginadas a enseñar teatro, música, danza sin cobrar? La respuesta de antemano la sé, el artista merece un pago por su trabajo, cierto, pero, ¿de veras creen que habría presupuesto que alcanzara para pagar una promoción cultural de estas dimensiones en un país tan extenso como el nuestro?

Creo que debemos de dejar un poco los pesos y los centavos si queremos hacer política cultural para que la Cuarta Trasformación sea diferente; porque hasta ahora queremos los presupuestos neoliberales, nos comemos el discurso del tejido social y nuestras acciones como sector siguen siendo las mismas con pocas o nulas nuevas ideas.

Exigimos como antaño el paternalismo generoso del Estado, sin dar nada a cambio, nada nuevo a cambio. Queremos que el presupuesto mejore para beneficio personal donde venderemos lo mismo, pero cobraremos más; aunque la atención masiva de los marginados siga esperando, atendiendo a cuenta gotas a la periferia, pero bañados de mucha alta cultura.

E-mail: claragsaenz@gmail.com