Columnas

DESDE HOUSTON

 

A un año un mes, horas más horas menos del inicio de la pandemia en Estados Unidos, con la detección del primer  contagiado podríamos hacer un recuento de daños pero no tengo el tiempo suficiente ni el espacio para depositar tantos cadáveres que aún permanecen en espera de ser cristianamente sepultados y también serían insuficientes los recipientes para depositar tantas lágrimas derramadas.

Años  anteriores, la llegada de conmemoraciones como son Semana Santa y primavera eran fechas de alegría esperanzadora y en este año son de incertidumbre debido a que el temor al contagio y a la muerte que juntos cabalgan como dos de los jinetes apocalípticos del libro sagrado.

La llegada de las vacunas asoma un brillo de alivio allá a lo lejos pero aún hay millones  persona que siguen preguntado que tienen que hacer, a donde deben ir, cuanto les costará la vacuna y que efectos secundarios les podría acarrear debido a que muchos de ellos tienen otros padecimientos y no saben si la vacuna les traerá consecuencias en lugar de inmunizarlos contra el coronavirus.

También existe la incertidumbre si a pesar de la vacuna y de la «disminución de contagios y muertes»  nuestro mundo podrá ser el mismo, si nuevamente podrán estrechar sus manos y podremos caminar con los rostros descubiertos, volver a las reuniones en familia, dejar de usar el gel antibacterial y dejar de guardar la distancia social.

Solo un mal mayor pudo desviar por unos días la atención y el miedo al coronavirus, eso lo comprobé en la pasada tormenta invernal en donde todos los espacios noticiosos y los temas cotidianos fueron desplazados por las consecuencias de este evento natural que también fue dramáticamente terrible para nuestros pueblos.

Con estos lamentables resultados dejados por la pandemia, queda también  comprobado que la egolatría y tozudez de algunos gobernantes tuvieron mucho que ver en el crecimiento de los contagios ya que sembraron en las mentes de la población que nada pasaría y llenos de soberbia se negaban a usar el tapabocas poniendo el ejemplo en quienes les ven como los iluminados.

Por supuesto que se contagiaron y no pasó nada, porque mientras el pueblo carece de los medios necesarios para tener acceso al servicio médico y a las medicinas adecuadas, los altos mandatarios tienen a su disposición todos los medios y equipos médicos así es que en menos de la cuarentena obligada ya estaban nuevamente haciendo política mientras que muchos de sus seguidores siguen llorando sus muertos.

Pero es seguro que habrá personas que no creen aún en lo mortal que es el

coronavirus y al cumplirse un año de contagios, hospitalizaciones y muertes se reunirán paran celebrar que ya pasó un año y no se enfermaron y continúan vivos, desafortunadamente así es nuestro mundo, mientras tanto sigámonos cuidando queridos lectores. Por hoy es todo, ¡hasta la próxima!

Cirilo Mújica R.