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Diego quiere venganza…

Polvorín

Diego quiere venganza…

José Ángel Solorio Martínez

El Niño del Tepeyac, algo hizo mal.

La morenita lo tiene olvidado.

Desde hace dos semanas, no da una el alcalde riobravense Diego Guajardo Anzaldúa. Primero, el video que apenó a buena parte de la ciudadanía en donde sale bailoteando –feliz, muy feliz, como si en verdad estuviera haciendo un buen gobierno-.

Y ahora: subió un video bastante enfadado porque no le permitieron entrar a un evento del gobierno de Tamaulipas en una colonia popular de Río Bravo, Tamaulipas.

-¿O sea, no puedo pasar?..-, decía el presidente a los policías estatales que vigilaban el evento.

-No señor. Son órdenes.-, le dijo el genízaro.

El alcalde indignado, suponiendo que todo acto que se realice en la ciudad, debe ser un invitado imprescindible, les echó a su grupo de regidoras, que como fierecillas, casi arañaban a los guardianes del orden.

Alguien dio las instrucciones.

El acalde no puede ni siguiera tomarse una foto con el gobernador. Menos saludar al Ejecutivo estatal por ser omiso con los Señores de la Noche.

Incluso, Guajardo Anzaldúa, mereció varios párrafos del mensaje del gobernador. Le dijo algo así, -en el lenguaje diplomático- como que se hace al Tío Lolo cuando de combatir a los grupos antisociales se trata.

Las regidoras dieguistas, andaban echando espuma por la boca. No concebían la conducta del gobierno estatal porque ellas no merecen esa falta de respeto. También echaron porras a Diego. Balbucearon algo sobre la autonomía municipal.

Bochornoso espectáculo del alcalde y sus amiguitas.

Se sentían las meras meras del pueblo.

Poco faltó para que abofetearan a los polis que tuvieron que recurrir al apoyo de varias robustas damas policías que frenaron un poco a varias ediles roperonas.

La ferocidad de las fans de Guajardo, rompieron el cerco. Y casi en vilo llevaron a la primera dama riobravense Rosalba Viera de Guajardo hasta algunos treinta metros del gobernador de estado.

Pena para la señora.

Otro cinturón de seguridad policiaca, le impidió el paso.

Tuvo que contentarse con ver la reunión desde lejecitos. Casi, casi, a pleno sol con un calorón de esos que en Rio Bravo se aderezan con tolvaneras de filosas arenillas del semidesierto.

Varios minutos después, desistieron los guajardistas.

Derrotados, se retiraron.

Las chicas del Cabildo, iban bufando.

Pero sorpresa: aun no terminaban las vicisitudes del cuerpo edilicio.

La camioneta blindada del Infante del Tepeyac…

…estaba bloqueada por patrullas de los poliestatales.

Otro alegato con los guardianes del orden.

Infructuoso.

Tuvo que irse de aventón, el cada vez menos hijo favorito de la Morena del Tepeyac.

El gobernador ni se dio por enterado.

Dicen los aliados del alcalde, que juró vengarse del gobernador, por tanta humillación recibida…