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El viaje en tren: Un placer que se recuerda con nostalgia

Escenario Político

El viaje en tren: Un placer que se recuerda con nostalgia

*El ferrocarril Monterrey-Tampico que se llamaba El Regiomontano

Por Marco De León T

Para ésta generación joven que nunca alcanzó a viajar en ferrocarril, les daré un dato que quizás les decepcione un poco.

Pero por otro lado, les hará sentir nostalgia.

La decepción tenía que ver con la limpieza y la pulcritud, no se asusten.

Aunque viajaras limpio, recién duchado, el viaje solía ser cruel contigo, incluso con tu apariencia.

Llegabas empolvado a tu destino, oloroso a metal (a fierro quemado), con las solapas de tu camisa nejas, negruscas.

Cierto, el romanticismo de viajar en tren permeaba durante el viaje.

Mayormente si debías viajar toda la noche.

Había una ruta que partía de Matamoros, Tamaulipas a San Luis Potosí Capital, que partía a las 8 am en la estación de la frontera tamaulipeca.

Te llevaba todo un día el viaje, prácticamente 24 horas.

Pasar por Monterrey y más noche, cruzar raudo Saltillo, Coahuila, era mágico. Veías Saltillo a lo lejos pues por las altas horas de la madrugada el ferrocarril no agendaba parada ahí.

A las 8. 30 de la mañana el vagón donde yo viajaba iba llegando a la gran estación de ferrocarril de San Luis Potosí, hoy en desuso.

Lo recuerdo como si fuera hoy.

Aquel inolvidable viaje fue en el año 1990.

El frío del vagón del tren era intolerable. Pero tenía juventud y eso me hacía sentir poderoso, fuerte.

Recuerdo que viajar en tren fue mi debilidad desde chico.

Cuando estudie la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UAT de Tampico – Madero, solía hacer lo mismo, pagaba mi boleto de tren por unos cuantos pesos y subía al gusano de acero, que lento como tortuga nos llevaba a Estación Calles, Tamaulipas, pasando por Xicoténcatl.

En Calles a eso de las 2. 30 de la tarde transbordábamos de un vagón a otro.

Los que íbamos a Tampico tomábamos el que venía de Monterrey pasando por Ciudad Victoria.

Nos montábamos rápidamente con nervios de que nos fuera a dejar.

Hubo muchas veces que tuve que viajar de pie y me encantaba irme en las escalerillas del mismo.

En esos casos el talco que el metal pulverizado del hierro de los rieles y las ruedas de acero del tren te dejaban en rostro, piel y ropa, era demasiado.

El ferrocarril Monterrey-Tampico que se llamaba El Regiomontano (cada súper ruta tenía su nombre oficial) llegaba a la estación de Madero, a las 7 de la tarde.

Cada periplo para mí fue inolvidable.

Tan inolvidable que hasta hoy lo evoco.