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¡Fue una semana de perros!

AL VUELO-Perros

Por Pegaso

¡Fue una semana de perros!

Perdón por lo abrupto de la entrada, pero es que andaba yo volando allá, cerca de la estratósfera, disfrutando todavía de las mil y una ocurrencias de los usuarios de las redes sociales.

Y es que debido a la difusión que hoy en día puede tener una noticia o imagen curiosa, pudimos conocer al ya famoso «Chilaquil», un perro corriente cruzado con de la calle que ganó notoriedad en México, pero que en realidad es un ejemplar de origen chileno al que le llaman «Murci», como diminutivo de murciélago.

El chucho de color café rojizo posee una extraña característica:  Los caninos inferiores sobresalen de su hocico como si fuera una quiróptero, e incluso las orejas puntiagudas le dan un aspecto harto chistoso.

A alguien se le ocurrió subir su imagen y bautizarlo con el jocoso nombre de «El Chilaquil».  Pronto le dio la vuelta al mundo y fue la delicia de chicos y grandes.

Pero antes de «El Chilaquil» ya había perros famosos gracias a Internet y a los memes.

¿Quién no recuerda a la perrita Tuna, una mezcla de chihuahua con dachsund, con sus dientes superiores salidos y su frase más conocida: «¡Qué finche frío de su finche madre!»?

Querámoslo o no, los humanos queremos mucho a nuestras mascotas al grado de considerarlos los mejores amigos del hombre.

En Estados Unidos, por ejemplo, un perro puede vivir mucho mejor que un niño de un país subdesarrollado.

Los propietarios de un can lo cuidan desde que es cachorro, le dan alimento de primera, lo vacunan, lo bañan y hasta se acuestan con él y le dan besos de a lenguita.

Las noticias más relevantes en aquel país no son las tranzas que hacen los políticos, sino el que un perro fue atropellado.  Los noticieros de televisión y los periódicos hacen todo un drama porque, a final de cuentas, el perro es como un miembro más de la familia.

Este aprecio de los humanos por otra especie fue fijada firmemente en el inconsciente colectivo por una frase de Schopenhauer que dice: «Quien es cruel con los animales no puede ser buena persona».

Hay otra sentencia del mismo filósofo que dice:  «El hombre ha checho de la tierra un infierno para los animales».

Esas y otras frases han sido la base y fundamento para la aparición de las llamadas sociedades protectoras de animales.

Tan sólo en Reynosa hay como cinco o seis dedicadas al rescate y cuidado de perros y gatos maltratados.

«El Chilaquil» empezó la semana y nos hizo el día con sus dientes, pero «El Güerejo» nos hizo llorar de rabia e impotencia por la cobarde agresión de que fue objeto.

Para quien no sepa del caso, el pasado dos de junio, en la colonia Villa Esmeralda, un travieso chamaco jugaba a molestar al perro de su vecino, un pacífico can de pelo color dorado (de ahí el mote de «Guerejo»), lo que terminó por molestar al animal, el cual hizo el intento por ahuyentar al pillastre.

Esto lo vio su padre, de nombre Raúl Salazar Olmedo, un individuo con cara de pocos amigos y carácter irascible, quien al ver la actitud del can sacó un machete que tenía en su casa y le asestó tremendo golpe en la cabeza.

La filosa arma partió el cráneo y la mascota quedó moribunda.

Alguien se compadeció y llamó a los responsables del Refugio Animal, quienes de inmediato se hicieron cargo de él y lo llevaron con un veterinario.

Este determinó que sería mejor acabar con su sufrimiento y terminó inyectándole una sustancia para que durmiera definitivamente.  Le practicó la eutanasia.

En redes sociales cundió la indignación.  Hubo peticiones al Gobernador del Estado para que se hiciera justicia o al menos, que se aplicara el Reglamento de Protección a los Animales y se hiciera pagar al bruto por su infame acción.

El «Guerejo» ya está en el cielo de los perros.

Sin embargo, queda como moraleja para toda la población el hecho de que los perros, aparte de ser los mejores amigos del hombre, son seres que sienten y que reaccionan por instinto.

Como descendientes directos del lobo, cuentan con genes salvajes y suelen ser violentos cuando se ven amenazados.

De hecho, constituyen un arma.  Cuando compramos un perro pitbull o doberman, pensamos en él como una especie de guardián de nuestra casa.  Así, no cualquier ladrón entrará a robarnos.

Si uno de estos robustos ejemplares se sale a la calle, el peligro es aún mayor porque entonces agrederá a cualquiera que se acerque a él, ya que es una especie sumamente territorial.

Los carteros no me dejarán mentir puesto que son su pesadilla cuando van a repartir la correspondencia a las colonias.

Hace poco me decía el jefe del Centro Antirrábico, Reyes Adán Guerrero, que los operadores que realizaban redadas de canes callejeros ya no se atreven a ir por ellos, a menos que haya una petición por escrito y que el quejoso los acompañe. ¿Por qué? Pues porque en diferentes ocasiones, cuando intentaban capturar a un agresivo ejemplar, inmediatamente salía el dueño con una AK-47 lanzando tiros o amenazando con darles una levantada si se llevaban a su mascota.

Perros callejeros con amos delincuentes no es una buena combinación.  En cierta ocasión uno de mis hermanos iba pasando frente a una casa, en la calle Bravo con Iturbide, cuando le salió un bravo can.  El chucho alcanzó a mordelo de un pie y mi hermano tomó una vara para arrojársela.

Cerca de ahí, viendo la escena divertido, estaba el propietario del animal.  No le gustó que el agredido se defendiera y se fue sobre él acompañado por dos sujetos más, tirándolo al suelo y dándole una golpiza.  Así que, además de mordido, vapuleado.

Ahora que los policías estatales andan en las calles quitando carros chuecos, llevándose taxis piratas, cerrando casinos y congales, sería bueno también que se hiciera valer la ley en relación con el cuidado de los animales.

Can que ande en la calle, buscar al dueño y obligarlo a que lo mantenga en un lugar adecuado para que no constituya un peligro para los demás.  Si se niega, aplicarle una fuerte sanción y asegurar al animal para llevarlo a algún refugio.

Y ya no digo más porque estoy encabronado.

Mejor termino con el refrán estilo Pegaso: «Ejemplar de canis familiares que emite sonidos guturales repetitivos, generalmente se abstiene de agredir mediante la acción de ambos maxilares». (Perro que ladra no muerde).