Columnas

La calidad de la democracia.

Gaceta.

Por: Raúl Terrazas Barraza.

La calidad de la democracia.

Desde que la confianza de los ciudadanos comenzó a perderse en los partidos políticos, la calidad de la democracia bajó.

Lo primero no está a discusión, porque la medición de esa confianza en los partidos los coloca como instituciones en el peor nivel, por debajo de la policía, los sindicatos y la Presidencia de la República.

Respecto a la calidad de la democracia, es objeto de muchos estudios en los países de América Latina y Europa, que tienen sistemas basados en este concepto.

Todo hacía suponer que, con partidos institucionalizados y bien plantados en México, el avance democrático proceso tras proceso, sería tal que la consolidación serviría para construir un país fuerte y maduro en asuntos políticos, sin embargo, las cosas no son así.

La opción de candidaturas independientes en las elecciones mexicanas dejó fuera de contexto a los partidos políticos y sucedió aquí cerca, en Nuevo León, donde Jaime Rodríguez Calderón, actual Gobernador, se impuso al PRI y al PAN en el proceso de votaciones del 2015.

Se habló mucho de que los ciudadanos estaban hartos de los partidos políticos y que jugarían con el independiente para demostrar que la desafección hacia los partidos políticos era real.

Conocer el impacto que los partidos políticos tienen en la democracia, es algo que llama mucho la atención desde siempre y que, no pierde actualidad, porque ante las facilidades otorgadas por la Legislación mexicana, nos encontramos con partidos que se quedan cortos frente a la amplitud de las Leyes.

Cuando los representantes de los partidos políticos en las Cámaras Legislativas dejaron pasar la exigencia ciudadana de las candidaturas independientes, se prendieron los focos amarillos en la política, ya que, esa opción significaría saltarse a los partidos para acceder a los cargos de elección, cosa que no se podía.

En el análisis político, hay temas que se superan, en México dejó de hablarse de formar coaliciones para vencer al adversario que estuvo posicionado en el poder político por muchos años. Ahora se habla de alternancias basadas en los errores que los miembros de los partidos cometen en el ejercicio del poder.

En otros países de América Latina, dejó de impactar el tema de los cambios de regímenes políticos y ahora lo que está en la agenda de ciudadanos e investigadores, es el impacto de la democracia en la vida socioeconómica y política de los pueblos.

Para el día a día de la democracia, si la confianza de los electores en los partidos políticos significase su legitimación, tendríamos que decir que, en México, no son legítimos, aunque mantengan su reconocimiento y aprobación ante las autoridades electorales.

Lo único extraño es que, la percepción este momento que esa deslegitimación no alcanzará los que quieren ser candidatos independientes para ganar la elección presidencial del 2018, porque las preferencias que los ciudadanos han exteriorizado hasta ahora en las encuestas de opinión realizadas por empresas especializadas, desfavorecen a los que no tienen partido.

Como todas las cosas que son usadas para la obtención de resultaros, la democracia debe de rendir buenas cuentas a las naciones, por ello, pensar en la calidad que esa democracia alcanza, obliga pensar en su análisis para saber la calidad alcanzada y desde luego su impacto en la sociedad, en el entendido de que esto es demasiado complejo, porque implica observar indicadores de desempeño en el poder, pero también de desarrollo económico, justicia social o igualdad para los ciudadanos.

Calidad de democracia o buena democracia, se entiende cuando hay una estructura institucional estable, que hace posible la libertad y la igualdad de los ciudadanos, mediante el funcionamiento legítimo y correcto de las instituciones y mecanismos, lo que significa que una buena democracia es un régimen legitimado que satisface a los ciudadanos.

Un estudio realizado por el investigador argentino, Marcos Ernesto Pérez Talía, sobre la calidad de la democracia, en función de los partidos políticos que tienen los países de América Latina, se consideró el modelo de Katz y Morlino, que implica ocho dimensiones para determinar el grado de democracia que tienen los países, aporta resultados para la reflexión, el análisis y la estrategia partidista y política para los procesos electorales que tenemos enfrente los mexicanos.

Las ocho dimensiones que se miden son Estado de Derecho, la rendición de cuentas electorales e interinstitucionales, la participación y la competencia, la responsividad o lo que es lo mismo la medida en la que el sistema responde a los deseos de los ciudadanos y de la sociedad civil, también se consideran las libertades y la igualdad política, social y económica.

El resultado más alto de la medición, corresponde a Uruguay, que alcanza 4.04 puntos, después le siguen Costa Rica con 3.97 puntos, Chile con 3.77, Argentina con 3.61, Brasil con 3.57, Colombia con 3.16, Bolivia con 3.08, Ecuador con 2.95 y México con 2.85, es decir, en el lugar número nueve.

Después le siguen Paraguay con 2.8, Perú con 2.76, Venezuela con 2.71, Nicaragua con 2.6, El Salvador con 2.53 y en Guatemala en el último lugar, con 2.45 puntos.

Pensar en que en el país y en la entidad los partidos políticos mejoren su nivel de confianza ante los ciudadanos es difícil, porque no se trata de un simple cambio de escenario, es un asunto de identificación y de percepción que, requiere de tiempo, por tanto, de aquí a las elecciones federales del 2018, la situación será la misma y aumentará la deuda que tienen con la democracia.

La otra forma de mejorar la percepción de los partidos políticos, es que la dimensión de responsividad, que implica la capacidad gubernamental de satisfacer a los ciudadanos con sus políticas, sea exitosa, sin embargo, en México los resultados que obtienen los partidos cuando están en el poder no cumplen la expectativa de los ciudadanos y terminan por empeorar su percepción.