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LAS AVENTURAS DE UN ESCRITOR

LETRA PÚBLICA

LAS AVENTURAS DE UN ESCRITOR

(Para Grace y Eduardo que serán muy felices)

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

No es caer en la exageración al afirmar que el escritor y defensor de la libertad y del alma humana André Malraux es uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Nacido en París en 1901 desempeña desde su adolescencia una gama de actividades que lo consagran como un genio en diferentes expresiones del arte y de las ideas. Su vida fue una lucha permanente por la libertad, tenía un concepto amplio y profundo para entender la libertad, la concebía como una de las facultades irrenunciables a las que el ser humano tiene derecho. Un hombre es por lo que hace no por lo que sueña.

André Malraux fue un francés universal comprometido en forma apasionada con todas las causas que incendiaron el siglo en que nació. Fue también un fecundo funcionario de la cultura en el gobierno del general Charles De Gaulle a quien conoció durante la resistencia francesa en la que Malraux se desempeñó como uno de los mejores soldados en defensa de la libertad del país galo.

Pero hay una característica que establece una diferencia entre la presencia del genio de André Malraux con la de otros pensadores y filósofos que actuaron en la misma época y frente de los mismos conflictos con los que la humanidad se confrontó: La Coherencia. Malraux fue un hombre que cumplía en los hechos todo aquello que pensaba era justo. Así fue como se trasladó hasta Indochina (hoy Vietnam) donde combatió en contra del gobierno francés y a favor de esta raza asiática en la que Malraux encontró según lo afirmó al inaugurar su museo imaginario en París -el alma más pura del ser humano-. De Indochina viajó a España a luchar contra el fascismo de Franco en 1936, para partir de ahí en su misma condición obstinada y tenaz contra el nazismo de Hitler en Alemania. Todas estas hazañas legendarias de este escritor se encuentran resumidas en forma espléndida en «Los conquistadores», «La condición humana», «La esperanza», «Los nogales de Altemburg» donde plasma en forma impecable los grandes dramas de la historia y la humanidad. Sin embargo, André Malraux se interesa mucho más a la manera antigua por el hombre, por aquello que lo eleva o lo rebaja; que por la legitimidad de los movimientos políticos o sus posibilidades de ganar.

Se le ha comparado superior a Albert Camus, quien era el príncipe de la meditación y con Antoine de Sanit-Exupery, autor del «Principito» por qué ellos como él fueron de esos individuos para quienes la nobleza del alma otorga un sentido al destino del hombre.

Malraux es un hombre de ideas y de acción igual que Fidel Castro y Ernest Hemingway. La comparación con Fidel Castro surge en su perfil de soldado combatiente en los tres frentes más importantes del siglo XX, Indochina, España y Alemania. Con Hemingway comparte la misma debilidad mágica por la aventura y el peligro. Malraux es el inventor de los deportes extremos, Hemingway el aventurero que arriesga su vida en África para matar leones y bestias salvajes. El primero era más culto y refinado, gustaba de vivir en medio de la elegancia y la comodidad. El segundo era más espontaneo. André en sus viajes descubría tumbas. Hernest en sus correrías cazaba toros salvajes. A uno le gustaba el arte, al otro los toros.

Resulta complicado establecer las jerarquías mediante las cuales Malraux regía su vida. Quizá es más fácil traer a cuenta algunas palabras claves de su acervo vital: Dignidad, condición humana, mito, verdad, compromiso, intuición. Tal vez no se equivocó el escritor francés cuando se hizo así mismo la pregunta fundamental del siglo pasado ¿Cómo nos debemos de comportar en el mundo tras la muerte de la fe, de Dios y del concepto mismo del hombre?

Los hombres de la izquierda de los años mozos y maduros se convierten con el tiempo después de haber aplacado la tormenta que llevan en su alma en formidables funcionarios culturales y constructores de puentes por los que transiten las dificultades para conseguir un entendimiento. Es mucha la gama de intelectuales y filósofos que en el remanso de su vida ponen su inteligencia al servicio del Estado. Se me ocurre en este momento en que escribo de memoria recordar al filósofo francés, Regis Debray que dejó todo para ir a las montañas de Bolivia para hacer causa común con Ernesto Che Guevara. Después ya en estos tiempos, fue uno de los hombres más cercanos y que mejor asesoró al presidente Mitterrand.

Lo mismo pasó, con el maestro André Malraux, ya maduro se convierte posteriormente en ideólogo y ministro de cultura de la República Francesa y del presidente de Francia, el general de Gaulle. Que quizá no representaba ciertamente posiciones políticas avanzadas, -me refiero al presidente de Gaulle- aunque sí reivindicadora de los derechos de su país frente a las grandes potencias del mundo.

Es como escritor Malraux uno de los más personales y lúcidos de la primera mitad de siglo XX. En la novela, el ensayo, las memorias, la historia y la crítica del arte; deja a los hombres de nuestro tiempo algunas obras que nunca entraran al campo del olvido y la indiferencia.

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