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Los 400 años del Valle

Rutinas y quimeras

Clara García Sáenz

Los 400 años del Valle

Todas las celebraciones son motivo de júbilo y este año Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, cumplirá junto con Rioverde, Tula y Jaumave, estos dos últimos pertenecientes a Tamaulipas, 400 años de su fundación, hecha por frailes franciscanos encabezados por Juan Bautista Mollinedo.

Pero ¿para qué sirve celebrar 400 años? ¿Para reflexionar sobre lo que hemos sido?, ¿para festejar lo que somos?, ¿para llenarnos de júbilo por llegar a ser lo que somos? ¿Qué hemos sido? ¿Qué somos? ¿Qué hemos llegado a ser?

Para contestar esas preguntas nos sirve la historia, una ciencia que nos ayuda a explicar el presente a partir del pasado y siempre he tenido la percepción que en Ciudad del Maíz se tiene simpatía por la historia, desde su lema municipal que reza “baluarte de la historia”, afirmación que nos pone en el camino de que lo sucedido ahí es una historia de excepción, necesaria de contar para explicar el resto de la historia de la región y del estado.

Pero también hay muchos aficionados a la historia, gente que cuenta anécdotas importantes sobre todo de la revolución mexicana y de la figura más emblemática del municipio en el siglo XX, Saturnino Cedillo; también quienes les ha dado por investigar y publicar libros, algunos otros han llegado a ser historiadores de trascendencia regional como Nereo Rodríguez Barragán, quien hizo importantes aportaciones historiográficas de San Luis Potosí.

Sin embargo, la obra histórica de referencia obligada tanto para este municipio como para el estado es la escrita por Rafael Montejano y Aguiñaga ya que “El Valle del Maíz” es una monografía publicada para celebrar los 350 años de la fundación del Valle y es también la obra más importante de este prolífico historiador potosino.

De los festejos de los 350 años solo se recuerdan dos obras, que además sobreviven con fuerza 50 años después: un monumento al fundador Fray Juan Bautista Mollinedo y la monografía.

Esta versión de la historia maicense escrita hace 60 años, es una obra hecha en la corriente tradicional, neopositivista o rankiana como se diría en términos académicos, esto significa que está escrita con un discurso ligado a la historia nacional, llena de héroes, villanos, eminentemente política, una historia desde arriba, donde solo son protagonistas las personas más poderosas.

Está hecha de la forma en que se hacía la historia potosina de la mitad del siglo XX. Escrita además en un lenguaje un tanto decimonónico, sin aparato crítico argumentando su autor que es una obra de divulgación; es extensa, tiene cerca de 400 páginas y es una obra agotada, su última edición fue hecha en el 2001.

Pero ¿qué dice Montejano en su libro?, revisar esta obra bajo la luz de la nueva historia sería algo desleal para el esfuerzo de este historiador cuya investigación acuciosa queda palpable; sin embargo, algunas de sus afirmaciones no deben escapar de un análisis crítico teniendo a las nuevas generaciones.

Montejano comienza hablando de las tribus que habitaban el Valle: “No una, varias, muchas quizá, eran las tribus prehispánicas, que habitaban los 4,240 kilómetros cuadrados de la actual Parroquia de la Pura y Limpia Concepción del Valle del Maíz, S. L. P. […] La historia del Valle la llenan los pames” (pág. 9).

Más adelante dice: “Si andaban de vagos por los montes, si no tenían casa ni sementera, si vivían de la caza y la recolección, claro está que no podía haber ningún pueblo en lo que ahora es el Valle. Sus habitantes vivían regados por los contornos” (pág. 13).

Mi pregunta es ¿estaba o no habitado el Valle del Maíz cuando llegaron los frailes fundadores? Montejano con estos y otros párrafos de su primer capítulo intenta decir que si había habitantes pero que no estaba “ocupado”.

El problema que se plantea es de tipo cultural, desde la visión occidental existen dos tipos de habitantes en el México prehispánico, los sedentarios (Mesoamérica) y los nómadas (Aridoamérica). Los primeros fueron conquistados por la espada, recordemos que a los mexicas después de la guerra, con la caída de México Tenochtitlan los conquistadores ocupan la propiedad de la tierra en nombre del Rey.

En el caso de Aridoamérica fue más complicado, porque aquí cambia el sentido de propiedad, mientras que para las tribus sedentarias la propiedad es el lugar donde están asentados, para los aridoamericanos el sentido de propiedad es el horizonte, recordemos que viajan por un territorio durante el año para recolectar frutos o buscar climas favorables.

Esto significa que la visión cultural de la propiedad de la tierra cambia y desde la visión occidental eso no existe. Entonces, para los frailes, la corona, para Montejano y para muchos de nosotros el sentido de propiedad de la tierra es un lugar específico y concreto.

Desde la visión tradicional de la historia, la explicación de Montejano sirve para justificar la ocupación, fundación y “poblamiento” de un lugar concreto.

Para finalizar el primer capítulo, el autor señala que, en un documento de 1849, los Pames no eran indios congregados, “sino oriundos, dueños del país” que al llegar los españoles tuvieron que ceder “no solo el local que ocupábamos, que era donde hoy se conoce con el nombre de ciudad del Maíz…” (pág. 14) y aclara que este documento carece de validez.

Entonces podríamos empezar a preguntarnos qué celebramos con los 400 años de fundación, ¿un despojo? ¿una conquista? Porque si revisamos lo sucedido durante este tiempo, podemos descubrir que los pames siguen resistiendo, congregados en el mismo lugar donde los fundadores los ubicaron.

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