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SAMUEL RAMOS Y SU PASIÓN POR MÉXICO

LETRA PÚBLICA

SAMUEL RAMOS Y SU PASIÓN POR MÉXICO

(ULTIMO DE DOS)

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Al iniciarse la década setentera mi generación sentía una curiosidad desmedida que se transformó en algunos casos en obsesión por investigar hasta el fondo las raíces que llevaban a Octavio Paz a escribir sobre nuestra identidad y nuestros bases emocionales y sobre la insistencia muy concurrente en el poeta ganador del premio nobel de literatura en definir a los mexicanos como una sociedad que era víctima de un sentimiento de inferioridad que nos conducía a negar nuestra identidad y por lo tanto a perdernos en la búsqueda de nosotros mismos.

Recuerdo con mucha claridad que en esa época el primer amigo que me habló de que Octavio Paz partía en su obra de la realizada por las investigaciones y los trabajos filosóficos de Samuel Ramos fue Salvador Guerrero Zorrilla, con quién conviví una productiva relación amistosa en la capital del país que nos permitió intercambiar ideas y opiniones políticas y sobre todo lecturas que en ese entonces estaban siendo consumidas por los sectores que sienten una inclinación por estar informados por lo que acontece en el mundo de las letras, la filosofía y el pensamiento político.

Con Salvador Guerrero Zorrilla (un talentoso abogado que radica en Cd. Victoria) concurrí varias veces a la antigua Universidad Iberoamericana a escuchar a conferencistas y politólogos como Francisco Paoli Bolio (de quien Salvador era un auténtico fans) que con el devenir de los tiempos se convirtieron en figuras políticas que ayudaron a construir el proceso democrático en el cual el país hoy está inmerso en su totalidad. No hay duda de que este ya no es un país autoritario pero paradójicamente aún no alcanza los niveles de convertirse en una nación democrática.

Samuel Ramos se interesó por temas muy diversos de la filosofía y la estética, pero es más recordado por sus reflexiones profundas entorno a lo mexicano. En su opinión, la cultura y el carácter del mexicano está definidos por un sentimiento de inferioridad, resultado del contraste entre lo que se quiere ser y lo que realmente se puede ser; la frustración que experimentan los mexicanos ante los esfuerzos malogrados por superarse y competir con otros pueblos deviene en pesimismo y en sentimiento de inferioridad, cuyo reflejo se constata en gestos y pensamientos individuales colectivos. La raíz del complejo de inferioridad del mexicano se ubica en su propia historia, y la posibilidad de modificarla estriba en la identificación de las capacidades de México, de su poder ser, para lo cual requiere asumir su identidad como nación criolla de origen Europeo y Americano, sin caer en la equivocación de valorar sus logros con el rasero cultural de otras naciones que cuentan con sociedades más avanzadas.

El maestro Samuel Ramos nació el 8 de Junio de 1897 en Zitácuaro, Michoacán, su familia lo cultivó desde un principio y despertó en él un amor al conocimiento. Antes de enviarlo a la escuela su padre un médico cirujano y profesor de la Universidad de Michoacán, prodigó a Samuel Ramos lecciones de historia, geografía, literatura, gramática, matemáticas, Inglés y Francés. Ya en plena juventud el joven Ramos se aproximó al pensamiento de John Stuart Mill, Auguste Comte, Herbert Spencer, además de algunos textos clásicos de filosofía y obras contemporáneas que le apostaban a la ruptura del positivismo. Samuel Ramos poseía grandes virtudes, como estudiante fue claro, sistemático y entusiasta, no era proclive a lo religioso, egresado de la Universidad Nicolaita mostraba el desapego característico de la educación liberal de esa institución.

Los intelectuales que más influyeron en Samuel Ramos fueron sin duda Antonio Caso, Pedro Enríquez Ureña, José Ortega y Gasset que lo iluminaron para abrir perspectivas completamente nuevas en México relativas al realismo crítico, la filosofía de la cultura y la axiología que fascinaron al joven filósofo por la capacidad de escudriñar la realidad tangible y los problemas centrales de la reflexión humanistas. Bajo su dirección fundó el centro intelectual deportivo, dedicado a la lectura y la reflexión de los artículos publicados en la revista «Occidente», editada por Ortega y Gasset. El punto de las reuniones siempre tuvieron lugar en la casa de Antonieta Rivas Mercado, donde conoció a José Vasconcelos con quién se identificó políticamente y acompañó en su campaña a la presidencia de la República en 1929 contra el militarismo.

Después del fracaso de esta experiencia política Samuel Ramos viajó a Europa, realizó estudios en la Sorbona de Paris, en el Colegio de Francia, y en la Universidad de Roma. Vivió en Italia, Francia, Alemania y Rusia. En estos países adquirió el conocimiento de las corrientes actuales y de regreso en México se empeñó en el desarrollo de temas filosóficos, en particular por el análisis de la cultura mexicana.

El pensamiento de Samuel Ramos está inscrito en la línea de autores como Ezequiel A. Chávez, Julio Guerrero, Manuel Gamio, Andrés Molina Enríquez y José Vasconcelos, empeñados todos en clarificar la esencia de lo mexicano. Lo más importante del pensamiento de Samuel Ramos es que su impronta intelectual cristaliza de modo magistral en «El Laberinto de la Soledad» de Octavio Paz publicado por primera vez en 1950, y es continuado por escritores como Leopoldo Zea, Jorge Carreón y Emilio Uranga y finalmente por el maestro Roger Bartra quienes trabajan concienzudamente sobre las meditaciones y construcciones, imaginarias algunas, sobre todo lo mexicano.

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