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¿SOMOS UNA SOCIEDAD PATOLOGICA?

LETRA PÚBLICA

¿SOMOS UNA SOCIEDAD PATOLOGICA?

                                             RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Después del suceso trágico que tuvo lugar en el Colegio Americano del Noreste, ubicado en un sector inmobiliario de alta plusvalía –donde vive la clase media alta de Monterrey–                    todo el país quedo inmerso en una profunda conmoción que lo llevo a pensar en sí mismo sobre cuál debe ser el ambiente que debe existir entre la vida de un menor en su entorno familiar y la forma en que interactúa con la sociedad fuera del área de su hogar, que es la escuela donde estudia y es el escenario donde rompe con la camisa de fuerza que para algunos adolescentes representa la formalidad como es educado en su casa y actúa libremente dejando salir todas las experiencias y emociones que aprendió y asimiló en el mundo virtual que representa hoy en día la tecnología digital.

El domingo por la noche vi un panel de especialistas en la televisión regiomontana que analizaban con interés cuales serían las causas por la que un menor actúo premeditadamente como un criminal y abatió sin mostrar misericordia a sus compañeros y a la profesora que era una joven mujer de escasos 24 años que perdió la vida por una razón desconocida que se anido en la mente de ese precoz homicida, de quien solo sabemos que padecía un cuadro depresivo y que por esta razón, había sido cambiado de escuelas para seguir adelante en su formación escolar. En el debate salió el hecho condenable de que el adolescente vivía en un entorno familiar en donde su padre tenía como pasatiempo matar animales; “cazador”, se autodenominan estas personas que practican el arte de privar a los seres sintientes que son los animales y que ya en nuestro país después de mucho batallar por las O.N.G. que los defienden se les otorgo un estatus moral y legal que es penalizado. En descargo de que esta actividad de matar animales pudiera responsabilizarlo, el padre argumento ante los medios que en Monterrey “todos nos dedicamos a la cacería”.

Por alguna razón se me vino a la mente la imagen inolvidable que siempre recuerdo del filósofo alemán Immanuel Kant, nacido en 1724, en Konigsberg, que cuenta en sus memorias que le gustaba reunirse con sus comensales, “comer con sus amigos” y contarles: “que jamás había oído a sus padres una palabra malsonante y, una blasfemia”. Trabajó como profesor de la universidad durante 35 años, no falto un solo día Kant a dar su catedra. Y cuando salía de su casa camino a la universidad la gente ponía a la hora sus relojes. Sabían que era puntual sin una sola duda. En su primer libro “La estimación de las fuerzas vivientes” lo inicio con una frase de Seneca: “Es preciso, sobre todo no hacer como los animales y no seguir el rebaño, sin reflexión, de todo lo que nos ha precedido”. Y continuaba “Cuando el hombre asume esta condición es el mejor de todos los animales”. Y ya para terminar la plática con sus amigos comensales les hablaba de su madre como ejemplo y modelo: “Ella me dio la primera idea del bien. Esa lección me duro toda la vida”.

Yo creo que tal vez usted puede llegar a pensar ¿Porque cito a Kant y su idea del deber? al escribir estas letras en la que no pretendo determinar cuál fue la razón por la que un joven adolescente que supuestamente lo tenía todo a su alcance se convirtió en un homicida y después en un suicida en un entorno social en donde el primero de los hechos es considerado un delito y el segundo un pecado.

El estupor aumenta en mi persona cuando repensé que al joven homicida se le había terminado las balas después de haber abatido a sus compañeros y con calma y pausadamente fue a su mochila, tomo más parque y se disparó en la barbilla. Todo en fracción de segundos, el jovencito falleció hora más tarde, tres de los cuatro heridos, siguen graves, el último según leo en un periódico de Monterrey fue dado de alta.

Lo que si es cierto es que en la medida que vivimos de una forma acelerada y moderna donde todo lo tenemos al alcance –me refiero a los que disfrutan de un ingreso alto y que tienen acceso a todos los medios digitales–. Porque existe una mayoría inmensa que no cuenta con todo esto, que a veces nos roba las ganas de vivir una vida creativa para los demás y solo pensamos en nuestros intereses personales que nos ha llevado irreversiblemente a perder el asombro y a convertirnos en personas insensibles que nada nos espanta y que automáticamente damos por hecho que la violencia es un síntoma natural aun cuando es en contra de nosotros mismos o de nuestros seres queridos. Lo damos por natural.

Leo datos me conmueven, Monterrey es una ciudad técnicamente armada, una gran mayoría de hogares de esa urbe tiene en su domicilio un revolver, Nuevo León es el quinto estado con más registros de armamento. De acuerdo con información de la Defensa Nacional, actualizada el año pasado, en México hay 2 millones 850 mil 102 armas registradas, y los regios ocupan un lugar destacado. Saque usted las conclusiones de la razón por la que ese hogar en donde un arma de fuego era una cosa común y corriente detono una tragedia que nos tiene a todos paralizados. Por la razón de que estamos frente a un fenómeno propio de ciudades desquiciadas por el desarrollo industrial como sucedió en el 1999 en Columbine, Colorado, en donde dos estadounidenses, que antes había formado un sitio web creando una corriente de odio donde vaticinaron su desenlace, abatieron con explosivos y armas de asalto a 15 y dejaron un saldo de 24 heridos, es la tragedia colectiva de mayor impacto realizada por ciudadanos estadounidenses en contra de sus paisanos.

El panel de especialistas del que hable al principio de esta colaboración no llegó a ninguna conclusión, quizá el más colérico fue un psiquiatra que fastidiado por la opinión moralista de los demás culpo al estado y llego al paroxismo de decir que la culpa la tenía: “El idiota que nos llenaba de mentiras en México”. Fue cuando entonces me acorde de que era muy difícil definir la razón por la que una sociedad entera, (el caso Trump y la sociedad estadounidense) o un ser humano, decidir en un instante quitarle la vida a sus semejantes y así mismo.

Recuerdo que el presidente Benito Juárez cuando instalo su gobierno en Nuevo León le escribió a su esposa Margarita Maza contándole que la gente de Nuevo León estaba muy ligada a los Estados Unidos: “Tienen una gran influencia estadounidense, donde es muy difícil identificar la frontera moral entre Texas del Sur y México del Norte”. Lo peor de la unión americana lo estamos viendo ahora en una ciudad muy ligada a ese imperio. Debemos reflexionar todos.

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