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Transición

Tribuna

Por Javier Terrazas

Transición

El sistema político mexicano tiene estructuras sólidas que son las que han regido en las últimas décadas, independientemente del origen partidario de quienes llegan al ejercicio del poder.

Durante décadas se consolidaron a la sombre del partido gobernante el Revolucionario Institucional.

Se mantuvieron vigentes, casis intactas hasta el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, el último gobierno de la era tricolor, previo a la alternancia.

Luego, en el año 2000, con el milenio, llegó a la Presidencia de la República Vicente Fox Quesada.

Se dieron ajustes muy leves que no trastocaron las estructuras de la administración pública federal ni su relación con las entidades del país.

Uno de sus legados, fue quitarle la solemnidad a la institución presidencial, con su estilo vaquero, parlanchín, lenguaje coloquial y ocurrencias.

Para el siguiente sexenio, heredó el poder a su correligionario panista Felipe Calderón Hinojosa, con el respaldo de un grupo de gobernadores priístas que cedieron votación vespertina el día de la jornada para apuntalar al panista y hacer la diferencia en votos.

Tanto Fox como Calderón gobernaron con los mandatarios estatales panistas, priístas y perredistas, sin contratiempos. Incluso los gobernadores priístas fueron más poderosos que con presidentes tricolores.

En el caso de Tamaulipas, Manuel Cavazos Lerma tenía que rendir cuentas y atender las líneas de Carlos Salinas de Gortari, aún siendo muy cercano al mandatario nacional.

En cambio Tomás Yarrington Ruvalcaba  tuvo más autonomía siendo presidente Vicente Fox; y lo mismo ocurrió con Eugenio Hernández Flores cuando fue el mandatario Felipe Calderón.

Para Egidio Torre, la situación cambió, pues parte de su régimen le tocó con Enrique Peña Nieto como presidente, de tal forma que tenía que rendir cuentas y subordinación.

Mientras que para el actual gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, la situación fue benévola, porque le toca llegar con una votación alta y con un presidente Peña Nieto desgastado y en picada.

Sin embargo, el escenario nacional cambia con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, quien llega con amplio respaldo popular (53%) de la votación y con una plataforma de un partido emergente, (MORENA), sin consolidación.

Aún teniendo el control de las Cámaras de Senadores y Diputados Federales con sus aliados PES y PT, las estructuras e instituciones no pueden borrarse de un plumazo.

Ya como presidente electo, López Obrador empieza a cambiar su narrativa en el discurso y plantear que las reformas serán paulatinas.

Por ejemplo ayer se reunió con los gobernadores del país, que son de diversas corrientes políticas (PRI,PAN,PRD y PVEM) e hizo a un lado los intereses partidarios, ofreciendo acuerdos para la gobernanza.

Las instituciones estarán por encima de los hombres. Y la transición deberá ser paulatina, porque el país no está para enfrentar ajustes internos abruptos en un contexto internacional de sobresaltos, en particular en el terreno económico.

Veremos si la madurez de la edad del presidente y su experiencia le dan el temple para la transformación pacífica que planteó el pueblo en las urnas y que demanda la circunstancia.

Y por el bien del país que la relación con los gobernadores sea cordial, institucional y de colaboración.

Para que a su vez sea ejemplo para los gobernadores en su relación e interacción con los alcaldes.