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Travolteano

AL VUELO

Travolteano

Por Pegaso

Andaba yo volando allá, por la colonia Aztlán, donde se encuentra mi amada escuela secundaria José de Escandón, cuna de tantas ilusiones de escolapios imberbes.

Y recordaba mis años de Pegaso mozo, cuando en aquel tiempo estaba muy de moda la música disco, los pantalones acampanados y las camisas de terlenka con estampado naco.

En cierta ocasión fui invitado a una tertulia en una conocida discoteca (antes de que los chavos les llamaran antros).

La organización corría a cargo de nuestro salón, el Segundo G, para obtener recursos y postular a una candidata a reina de la escuela.

Como yo no bailaba ni los ojos, entonces y ahora, sólo veía cómo mis compañeritos se retorcían, levantaban las manos y recorrían la pista al ritmo de los Bee Gees.

Alguna de mis amigas me sacó a bailar y yo me resistía, hasta que los demás me empujaron al centro de la disco y pues, ni modo, tuve que hacer el ridículo.

Estaban tocando en ese momento precisamente «Saturday nigth fever» (Fiebre del Sábado por la Noche) y por un momento recordé cómo bailaba el protagonista de la película homónima, John Travolta, en su personaje de Anthony Manero.  (Actuaban también Karen Lynn Gorney como Stephany Mangano, Donna Pescow como Annette y Barry Miller, como Bobby C).

Entonces, yo levantaba las manos y trataba de mover los pies lo más rítmicamente posible, pero sólo conseguía hacer el ridículo.  Se me hizo tan eterno aquel momento que jamás volví a bailar en mi vida (bueno, sí, durante mi boda, pero nada más).

Toda la chaviza andaba en la moda disco, y cuando uno veía a otro le preguntaba: «¿Tú eres travolteano?» en referencia al actor que marcó toda una época de nuestra juventud.

Reconozco que en cierto modo yo fui travolteano, pero ahora que veo una noticia en Internet sobre Travolta y su relación con la secta llamada Cienciología, lo vomito.

Tanto Travolta como Tom Cruize, otro actor conocido mundialmente, son los encargados de enganchar a nuevos adeptos, los cuales deben tener hartos billetes para poder acceder a los «beneficios» de esa «religión».

Ambos actores tienen altos rangos y se dice de ellos que incluso pueden matar a quien quieran y el resto de los fieles están en la obligación de protegerlos.

La «iglesia» de la Cienciología fue propuesta primero como una filosofía laica, en 1952, sin embargo, poco a poco cambió hasta convertirse en religión para poder evadir impuestos.

Entre otras cosas, la Cienciología predica que los humanos somos seres espirituales inmortales que han olvidado su verdadera naturaleza.

Su método de rehabilitación espiritual se llama «auditación» y al hacerla los practicantes reviven hechos o experiencias traumáticas (a menudo olvidadas) de su pasado con el objetivo de liberarse de su carga negativa o efectos limitadores, y así mejorar su vida presente y futura.  Wikipedia dixit.

Los cienciólogos tienen una mascota.  Un alien llamado Xanu, dictador de una confederación galáctica que hace 75 millones de años trajo a miles de personas a la tierra en naves espaciales.

Ahora, recientemente, han surgido a la luz pública detalles de los horrores que se cometen al interior de ésta secta, desde campos de concentración donde se mantiene prisioneros a los disidentes, hasta chantajes y fraudes a gran escala.

No.  Ya no soy travoltiano.

Y me gustan las películas de Tom Cruize, pero desde ahora lo veré con otros ojos.

Lo bueno es que en Reynosa todavía no tenemos templos de Cienciología, porque en comparación con Holliwood, Beberly Hills y Las Vegas, donde tiene sus centros de operación, nosotros somos perras flacas.

Aquí medran otro tipo de asociaciones religiosas, donde no resulta raro ver enormes construcciones con llamativos títulos:  «Dios es más grande que mis problemas» o «Pare de sufrir».

Por eso, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «Y la experiencia de danzar, ¿qué individuo puede eliminarlo de ti?». (Y lo bailado, ¿quién te lo quita?)