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UN CINEASTA MITICO

LETRA PÚBLICA

UN CINEASTA MITICO

RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Me hice admirador de las películas de Woody Allen desde muy joven, recuerdo como si fuera ayer que en el cine Tampico, que entonces estaba ubicado en el inicio de la calle Altamira y el final de la avenida Hidalgo, fui a ver con mucho entusiasmo y veneración a principios de los años 70s una de las películas (no la mejor) que le abrieron las puertas de la inmortalidad para convertirse finalmente en el director de culto que hoy afortunadamente es este cineasta de origen judío y rabiosamente, -lo expresa con orgullo- el más feliz de los neoyorquinos por vivir en la gran manzana como llaman la isla de Manhattan, que está considerada la capital financiera, artística y cultural del mundo.

En aquella ocasión la película que disfruté era «¡Robó, huyó… y lo pescaron!» salí complacido y confundido a la vez, no alcanzaba aún a comprender el contenido citadino y neurótico, de diálogos intensos e interminables que hoy disfruto con gran placer. Seguí la carrera de este genio fílmico y he celebrado que se haya convertido en un ícono, reverenciado, amado, vapuleado, odiado incluso; Woody Allen ha dejado ya de ser desde hace décadas un simple comediante, actor y cineasta neoyorquino para constituirse en un símbolo de la cultura fílmica internacional. Sus fobias, pasiones, gustos y neurosis son caprichos para algunos y referencias intelectuales para casi todos. Con Woody Allen, sucede lo mismo que con Borges y Kafka, para cada situación coyuntural de la realidad existe una frase que la explique, la describa y la resuelva.

A lo largo de su vida este genio del cine con imágenes citadinas y personajes ligados a la gran ciudad que es Nueva York, ha insistido en dirigir al menos una película por año y con esto otorga el placer a ciertas estrellas de Hollywood para que se conviertan en sus musas y con esto alcancen un fugaz segmento de inmortalidad que el propio Woody Allen se encarga de finalizar cuando concede el papel protagónico a otra mujer hermosa que también desea trascender en el mundo del espectáculo y que con la oportunidad de ser dirigida por este genio del séptimo arte lo alcanza con plenitud, como es el caso de la bellísima Scarlett Johansson.

Acabo de ver un documental sobre la vida de Woody Allen, dirigido por el director Roberto B. Weide, que se acerca con un toque magistral al ensayo biográfico, al describir la obra de Woody Allen, quién confiesa sin ambages que «sus películas han madurado al mismo tiempo que yo» esta relación personal entre el artista y su obra es compartida por muchos cinéfilos, una comunidad de amantes incondicionales de su cine que agrupa a tres o cuatro generaciones de espectadores, a los que indudablemente está destinado el metraje sobre la vida y la obra de este cineasta judío que tanto en su vida profesional como personal ha sido motivo de observación y escándalos públicos.

A lo largo del tiempo que dura este filme se nota que el documental fue dirigido para que siguiera un estricto orden cronológico que dispone todas las fichas del rompecabezas que significa la vida de Woody Allen, desde su más tierna infancia, donde se muestra como un niño precoz como pocos. Allen escribe desde muy joven a la edad de 17 años chistes y líneas de dialogo para comediantes radiales. Su ininterrumpida carrera, así como también su vida sentimental la inicia muy joven (el primero de sus tres matrimonios tuvo lugar a poco de cumplir los 18 años) esto no consiste un dato anecdótico, ya que la relación con sus esposas, amantes y compañeras de películas son descritas por el propio Woody Allen a lo largo de este documental como parte importante en su obra.

De hecho esta película sobre la vida de Woody describe importantes detalles sobre su vida privada, pero siempre a partir de su relación con la obra. El escándalo con Mia Farrow y su hija adoptiva Soon Yi Previn (quien es su pareja actualmente) ocupa una porción pequeña, pero es inteligentemente entrelazado con el proceso creativo de Allen, que no fue interrumpido siquiera en medio del mediatizado juicio que escandalizó en su momento a los fanáticos y público en general que admira su trabajo.

En este documental tampoco se ofrece sorpresas ni profundiza en pormenores o aspectos ocultos del homenajeado, pero a cambio nos permite escuchar a Woody Allen en la intimidad de su departamento o caminando por las calles de Brooklyn, mientras visita el barrio de su infancia. Durante la narrativa Allen no está solo, ya que en el documental tenemos también la oportunidad de ver y escuchar a personalidades del mundo del cine y la comedia, desde el genial director Martin Scorsese a la encargada de los casting de sus filmes y algún legendario productor de teatro y actores y actrices como Naomi Watts, Sean Penn o John Cusack aportando su granito de arena para describir el método de trabajo y el carácter del director durante el rodaje, naturalmente bajo una luz positiva.

Las entrevistas de los actores invitados, todos estrellas consumadas son ilustradas con material de archivo muy poco visto del periodo recordado con poca indulgencia por el propio director neoyorquino, en donde Woody hace una monumental declaración y declara que su película favorita es «Media noche en Paris». (También la mía).

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