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UN MARINO AMOROSO

LETRA PÚBLICA

UN MARINO AMOROSO

       RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Después de haber dejado pasar el tiempo y hecho serenas reflexiones sobre el tema, Isaías; había llegado a la sabia conclusión de que con el tiempo el peso de los años se refleja principalmente en la boca; explicándolo así: «Siento que la lengua me pesa, y que ya perdí el control sobre ella, por más que me esfuerzo, nadie me entiende lo que digo, entonces recurro a las manos, y como si hiciera dibujos en el aire, les explico a través de la mímica lo que no puedo decir con mis palabras».

Isaías es un hombre de mar, un marino, no un marinero, «El marinero es el que trabaja en un barco. El marino es el que trabaja con el mar, allí está la gran diferencia. Así como me ves, de los 66 años de vida que tengo,  38 me los pasé en el mar. Somos ocho hermanos, en Marina nos conocen como «los Rodríguez», nadie se metió con nosotros mientras estuvimos navegando, los problemas empezaron cuando nos jubilamos, es decir, cuando nos bajamos del barco y nos quedamos en tierra firme. Fue cuando empezó la nostalgia y el recuerdo imperturbable de que nosotros somos hombres del mar, pero ni modo, así es la vida. ¿Joaquín? nunca se metió con nosotros, siempre nos respetó, él sabía que los Rodríguez éramos hombres de trabajo, por eso siempre nos distinguió con su respeto y su amistad. Pero quiero que sepas que nosotros también nunca nos metimos con él, siempre le dimos nuestro respeto y nuestra amistad».

Isaías maneja por las calles de Tampico una antigua silverado con adaptaciones tipo Rangers que lo hacen sentir satisfecho de lo que fueron sus 38 años en el mar.

Jubilado, ahora se dedica con pasión al estudio de los fenómenos paranormales. Afición a la que se hizo adicto cuando no tenía nada que hacer en los primeros días que entró en el proceso jubilatorio de su vida: «Yo  creo que existen cosas que de pronto no te puedes explicar, por eso entré a los Rosacruces, para estudiar las vibraciones del espíritu, ellos son capaces y poderosos maestros en el arte de conocer la vida, practican con pulcritud la telepatía, todo lo dominan con la mente. Porque yo pienso, quiero que sepas, que el destino existe. Que todos tenemos un fin predestinado, que las cosas que suceden, ya están programadas desde arriba, o desde antes, y yo lo que quiero saber es como adelantarme a los fenómenos que van a suceder antes de que aparezcan.

«Si no ¿cómo me explicas? que hace un mes, llegó a mi casa un vendedor de escobas y de pronto nos dice sin venir al caso: Hay que cambiar el cordón de la plancha. Y ayer la plancha se quemó. Te digo que todos tenemos un destino».

Conocedor de las virtudes del kama Sutra es invencible (dice él) en la hora del amor. «Yo no te  lo voy a negar, he tenido muchas mujeres. Tuve quince hijos, solo reconocí a cinco, no sé qué pasó con los otros diez. ¿Qué si me preocupo por ellos? te digo que todos tenemos un destino que cumplir: El de ellos era crecer sin padre.

No me da pena decírtelo, pero yo creo que todos llevamos en nuestra alma un Roman Polanski escondido.

No es que lo justifique, solamente te lo digo como una explicación, a mí también me gustaban las jovencitas.

Pero volvamos a lo de los Rosacruces, estoy muy aventajado en el conocimiento de las cosas del más allá. Por lo pronto ya puedo adivinar la hora sin ver el reloj, muy pronto sabré, -si sigo estudiando- quién me habla por teléfono antes de levantar el aparato, sin ver el identificador.

Mis problemas empezaron cuando me jubilé, Amalia, mi mujer, empezó con la idea de quererme controlar el tiempo. Yo le dije: Durante treinta y ocho años yo hice lo que quise; y tú también; y si no cambias, lo mejor es decirnos adiós, el problema se arregló, jamás me volvió a decir algo.

«¿Qué si tengo amores? para que te miento, si hace rato te dije que me muero por las jovencitas. ¿Pero sabes una cosa abogado?, después de todos los amores que tuve, porque eso de que en cada puerto un amor, que le atañen a los marinos es cierto; no obstante eso, con toda la fuerza de mi corazón, después de muchos amores, algunos rotos y otros afortunados, he llegado a la conclusión final de que el amor de mi vida: Soy yo».

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