Columnas

Un patrimonio victorense para el futuro

Rutinas y quimeras

Clara García Sáenz

Un patrimonio victorense para el futuro

Durante los recientes ocho años, Ciudad Victoria ha tenido una trasformación constante en sus plazas y parques, calles y avenidas. Frenéticamente los gobiernos han realizado obras con harto concreto para modernizar, embellecer, optimizar la parte medular del espacio público.

El ocho de ocho no fue más allá de malos chistes y memes en las redes sociales además del enfado de algunos ciudadanos por los árboles que se tiraron en la zona. Después, el discurso subió de tono con el proyecto para derribar el parque de beisbol, detenido por el asombro momentáneo del subsecretario de SEDUMA que viniendo del Estado de México, dijo ignorar qué estaba funcionando a la vez que se trazó el plan oscuro de no darle mantenimiento a las rejillas de los techos dejando que la basura se acumulara para que el agua venciera sus columnas y así tener un buen pretexto para demolerlo.

Siguió el Paseo Méndez, destruyeron su fuente que tenía vista hacia la calle Mártires de la Democracia, de ahí las remodelaciones pasaron a la Plaza Juárez o del 15 como se le conoce popularmente, después siguieron en el Estadio Marte R. Gómez, en la Biblioteca Central Estatal y terminaron en la calle 17.

En esta última, un largo alegato entre la sociedad civil y el gobierno sordo, ciego y testarudo – diría Shakira- se ha prolongado hasta el día de hoy por lo innecesario que se considera la obra como lo han sido todas las que enumeré en el párrafo anterior.

El disgusto es grande por parte de los defensores ecológicos debido al daño que han sufrido los árboles; que si el cemento, que si las baquetas y a cada reclamo público el gobierno parece responder con más y más cemento.

Ahora el regocijo de los críticos de la obra es grande al ver que con las lluvias de septiembre, el 17, como se le conoce, está espantosamente inundado hasta la Presidencia Municipal, impulsora de la obra, por la mala proyección de la remodelación de esta avenida.

Durante mucho tiempo me he preguntado al estudiar el patrimonio cultural inmueble de Ciudad Victoria ¿por qué si es una ciudad de más de 250 años los edificios más antiguos son de finales del Siglo XIX? he venido hilvanando muchas teorías entre las cuales prevalecen dos; ya sea porque durante muchos años solo se construyeron casas de adobe y palma o bien, lo que se construía de materiales duraderos se tumbaba rápidamente en aras de la modernización.

Si cualquiera de las dos hipótesis es cierta, me parece que es momento de detener la destrucción y mirar al futuro; lo hecho, remodelado está, entonces debemos ver más allá de los árboles, ver el bosque entero; en otras palabras, todas estas zonas remodeladas son por su estilo contemporáneo un paisaje, un conjunto patrimonial que ya desde ahora deberíamos empezar a defender, a cuidar y a proteger más allá de seguir denostándolo. Pensar en el futuro, en lo que debemos conservar para legar como testimonio del presente.

Porque si seguimos en la lamentación, en la crítica, en la descalificación, en la desdicha de no ser oídos por las autoridades, corremos el riego que en pocos años otro gobierno, considerando lo inaceptable de estas obras, las destruya para construir otras en aras de la modernización.

Cierto, no se debe destruir lo que la gente ama, pero también es necesario aprender a amar lo que tenemos ahora, porque eso hará conservarlo para mañana.

En cuanto al problema de la inundación de calles y materiales de mala calidad, me parece que su discusión debe caminar por otros ámbitos que no competen ya al sentido patrimonial de los espacios públicos.

Despojémonos de la crítica malsana, lo hecho hecho está, concentrémonos en cuidar y proteger lo que tenemos ahora y defender espacios donde acecha el peligro, como el Camino Real a Tula

E-mail: claragsaenz@gmail.com