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UN TIPO CON SUERTE

LETRA PÚBLICA

UN TIPO CON SUERTE

LIC. RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Aquella mañana como todos los días salió de su casa apurado y corriendo, se había acostado muy tarde la noche anterior; pero ese día, como todos, abrió los ojos con más ganas de vivir, pensando: «soy otro hombre desde que llevo a Dios conmigo, mi mortal enemigo no me vencerá».

Ahora tenía su casa en la Unidad Nacional y trabajaba en la Refinería de Cadereyta, pero seguía recordando con nostalgia los inolvidables días de su infancia y su tormentosa juventud en el barrio del «Cascajal», los dramáticos días que vivió habían quedado atrás, según él, sepultados para siempre.

Fueron los de «Doble A» los que pudieron sacarle los demonios del alcoholismo, pandillerismo y el deseo aterrador de destruir a los demás y así mismo. Aún no se explica cómo su cuerpo resistió el medio litro de ácido que tomó. Vive suplicándole a Dios que su primera esposa encuentre la felicidad que él nunca pudo darle.

Como todos los años, viene a Tampico a pasar el año nuevo con su familia, aunque ya no vivan sus «jefecitos» y sus hermanos todavía no lo perdonan por las atrocidades que cometió cuando bebía. Espera con estoicidad el perdón. Está consciente de que el silencio fraternal es tan solo la décima parte del castigo terrenal que va a recibir por haber vivido mucho tiempo: «en el pecado, sin recurrir a Dios».

En el espejo retrovisor de su automóvil escribió: «hoy no, mañana si», frase que todo «Doble» debe repetir por las mañanas al abrir los ojos.

«Te vengo a invitar a que dejes de beber, a que conozcas lo que en verdad es la vida».  Se sabía al dedillo el programa rehabilitador que en su caso, específicamente, brindó resultados magistrales. Su labor consistía en visitar cuando menos a tres compañeros al  día para ayudarles a que se liberaran de la bebida. Sin embargo, este día en especial, la angustia que antes mitigaba falazmente embriagándose amenazaba con volver. «¿Por qué?», se decía a sí mismo, «¿qué está fallando?», «yo sé que no estoy curado, pero cada día es más fuerte mi voluntad y mi fe para no volver a lo mismo».

De pronto hubo de recordar que pagó casi ¡Dos mil quinientos pesos! de gasolina por traer a su familia de Monterrey a Tampico, que pagó ¡2,000 pesos! por llevar a cenar a sus compadres y cuñados. Se le vino a la mente la fiereza de los precios comerciales. Y lo que más le  molestaba era la impotencia para advertir a sus hermanos, «porque todos son mis hermanos» lo absurdo de comprar por comprar. Esa no podía ser la mejor forma de vivir: gastando por gastar, tirando en objetos sin sentido el dinero producto del trabajo esforzado.

Encendió el radio de su coche y escuchó música “nice”, cantada por «Cristina Aguilera», la tarareaba, el rock le agradaba «es música frenética, para esta juventud que vive frenéticamente». Se dio cuenta de que no escuchaba su estación preferida cuando visitaba Tampico.  «En honor a la verdad, yo solo conozco de música tropical; la que magistralmente ejecutaban «Lobo y Melón» y la orquesta de Mariano Mercerón.

Nunca había creído en nada durante su juventud pagana y equivocada.  Ahora era un fiel devoto de «San Judas Tadeo» aunque reconocía que creció en un ambiente familiar donde solo se adoraba a la «Virgen de San Juan de los Lagos».

«Con todo puedo, con la falta de dinero, con el precio del gas, con la presión de mi enemigo mortal que desea enjaularme con sus demonios.  Hoy no, mañana sí. Lo que en cualquier momento parece que va derrumbarme es la imagen que no puedo borrar de mi cabeza: Cuando embotados los sentidos perdía el control y sin poder evitarlo, arrojaba a la mitad de la calle a mi primera esposa, solo para demostrarle a mis cuates que quien mandaba en la casa era yo; » ¡vaya macho que fui! ¿San Judas Tadeo dónde estás?, ¿por qué te inventaron?, ¿por qué existes?, ¿qué te podría pedir yo?, ¡ya lo sé! regálame el olvido de esa desagradable etapa de mi vida, ¡ándale San Judas Tadeo, aparécete y regálame el olvido! ¡Te lo suplico!».

Estridente la música de «Cristina Aguilera» volvía a reinar en el automóvil del hombre a quien sus amigos apodaban el «mantecas» y que durante mucho tiempo siguieron por ser el mejor: bebiendo, fumando, golpeando y autodestruyéndose. Aunque, él me lo dijo: «eso quedó atrás».  Veremos.

(Feliz  año nuevo para todos)

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